EL REINO DE CAÍN.


TENOCHTITLÁN. La capital azteca, Tenochtitlán, era una impresionante metrópolis cuando llegaron los españoles. Sus crónicas la describen como una ciudad grande, si no más grande que la mayoría de las ciudades europeas de su tiempo, bien diseñada y administrada. Situada en una isla del lago Texcoco, en el valle central de las tierras altas, estaba rodeada de agua y cruzada por canales una especie de Venecia del Nuevo Mundo.

Las largas y amplias calzadas que conectaban a la ciudad con la tierra firme impresionaron enormemente a los conquistadores, al igual que las numerosas canoas que surcaban sus canales, las calles inundadas de gente, o los mercados repletos de mercaderes y mercancías de todo el reino.

El palacio real tenía numerosas dependencias llenas de riquezas, rodeado de jardines en donde había una inmensa pajarera y un zoo. Una gran plaza, rebosante de actividad, era el escenario de las fiestas y los desfiles militares.

EL CENTRO RELIGIOSO. Pero el corazón de la ciudad y del imperio era su enorme centro religioso, un inmenso rectángulo de casi 100.000 M2 rodeado por un muro trabajado para dar el aspecto de serpientes retorcidas. Había multitud de edificios dentro de este recinto sagrado, los más sobresalientes de los cuales eran el Gran Templo, con sus dos torres, y el templo parcialmente circular de Quetzalcóatl.

En la actualidad, la gran plaza el Zócalo de Ciudad de México y la catedral ocupan parte de aquel antiguo recinto sagrado, al igual que muchas calles y edificios adyacentes. Tras una excavación fortuita que tuvo lugar en 1978, ahora es posible ver y visitar una parte importante del Gran Templo, y en la última década se ha podido conocer lo suficiente como para hacer una reconstrucción a escala del recinto, tal como fue en sus tiempos gloriosos.

El Gran Templo tenía la forma de una pirámide escalonada, elevándose por pisos hasta una altura de alrededor de cincuenta metros con una base de unos 45 por 45 metros. Era la culminación de varias fases de construcción: como una muñeca rusa, la estructura externa estaba construida sobre otra anterior más pequeña, y ésta cubría otra estructura aún más antigua. En total, siete estructuras se sobreponían unas a otras. Los arqueólogos pudieron acceder, capa tras capa, hasta el Templo II, que fue construido en los alrededores del 1400 d.C; éste, al igual que el último, ya tenía las dos torres gemelas distintivas en su cúspide.

Simbolizando un curioso culto doble, la torre del lado norte era un santuario dedicado a TLÁLOC, dios de las tormentas y los terremotos. La torre sur estaba dedicada a la deidad tribal azteca HUITZILOPOCHTLI, dios de la guerra. Se le representaba habitualmente con un arma mágica llamada la Serpiente de Fuego, con la cual había derrotado a cuatrocientos dioses menores.

Dos monumentales escalinatas llevaban hasta la cúspide de la pirámide por su lado occidental, una para cada torre. Ambas decoradas en su base con dos feroces cabezas de serpiente talladas en piedra, siendo una de ellas la serpiente de fuego de HUITZILOPOCHTLI, y la otra la serpiente de agua que simbolizaba a TLÁLOC.

En la base de la pirámide se encontró un disco de piedra grande y grueso en cuya parte superior había tallada una representación del cuerpo desmembrado de la diosa COYOLXAUHQUI que Según la tradición popular azteca, se trataba de la hermana de Huitzilopochtli, y tuvo un percance con él durante la rebelión de los cuatrocientos dioses, en la cual se vio involucrada. Parece que su destino fue una de las razones de la creencia azteca de que había que aplacar a Huitzilopochtli con la ofrenda de los corazones de víctimas humanas.

El motivo de las torres gemelas quedó realzado posteriormente en el recinto sagrado con la erección de dos pirámides coronadas con torres, una a cada lado del Gran Templo y dos más algo más atrás, hacia el oeste. Las dos últimas flanqueaban el templo de QUETZALCÓATL, que tenía la poco habitual forma de una pirámide escalonada regular por delante, con una estructura escalonada circular por detrás, desde donde seguía elevándose hasta convertirse en una torre circular con cúpula cónica. Muchos creen que este templo servía como observatorio solar.

  1. F. AVENI (ASTRONOMY IN ANCIENT MESOAMERICA) concluyó en 1974 que, en los días de los equinoccios (21 de marzo y 21 de septiembre), cuando el Sol se eleva en el este exactamente sobre el ecuador, la salida del Sol se podía ver desde la torre de Quetzalcóatl justo entre las dos torres de la cúspide del Gran Templo. Y ello es posible porque los arquitectos del recinto sagrado habían erigido los templos a lo largo de un eje arquitectónico que no estaba alineado exactamente con los puntos cardinales, sino con un eje desviado siete grados y medio hacia el sudeste; así se compensaba exactamente la posición geográfica de TENOCHTITLÁN (al norte del ecuador), permitiendo la visión del Sol en aquellas fechas cruciales elevándose por entre las dos torres gemelas.

Aunque los españoles pudieran no darse cuenta de este sofisticado detalle del recinto sagrado, las crónicas que dejaron hablan de su asombro al encontrarse no sólo con un pueblo cultivado, sino también con una civilización muy similar a la española. Al otro lado de lo que había sido un océano prohibido, aislado del mundo civilizado, había un Estado encabezado por un rey, al igual que en Europa. Nobles, funcionarios y cortesanos llenaban la corte real, emisarios iban y venían, se obtenía tributo de las tribus vasallas, los ciudadanos leales pagaban impuestos. En los archivos reales se conservaban los registros escritos de la riqueza, las dinastías y las historias tribales. Había un ejército con un mando jerárquico y armas perfeccionadas.

Había artes y oficios, música y danza. Había festividades relacionadas con las estaciones y días sagrados prescritos por la religión, una religión de Estado, al igual que en Europa. Y había un recinto sagrado con sus templos, capillas y residencias, rodeado por un muro, al igual que el Vaticano en Roma, recorrido por una jerarquía de sacerdotes que, al igual que en la Europa de su tiempo, no eran sólo custodios de la fe e intérpretes de la voluntad divina, sino también guardianes de los secretos del conocimiento científico, la astrología, la astronomía y los fundamentales misterios del calendario.

Algunos cronistas españoles de la época, intentando contrarrestar las embarazosas impresiones positivas de lo que deberían haber sido unos indios salvajes, le atribuyeron a Cortés una reprimenda a Moctezuma por adorar «ídolos que no son dioses, sino demonios malignos», una influencia nefasta que, supuestamente, Cortés se ofrecía a contrarrestar construyendo en la cima de la pirámide un santuario con una cruz «y la imagen de Nuestra Señora» (BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, HISTORIA VERDADERA), Pero, para asombro de los españoles, el símbolo de la cruz ya era conocido de los aztecas, un símbolo de significado celestial  que figuraba como emblema del escudo de QUETZALCÓATL.

Por entre el laberinto del panteón de numerosas deidades, se podía ver la creencia en un Dios Supremo Creador de Todo. Algunas de las oraciones que le dedicaban resultaban incluso familiares; he aquí unos versos de una oración azteca conservada en español a partir de la lengua náhuatl:

Tú habitas los cielos, Tú sostienes las montañas… Tú estás en todas partes, eterno. A Ti se te suplica, se te ruega. Tu gloria es eminente.

Sin embargo, aún con todas aquellas sorprendentes similitudes, existía una desconcertante diferencia con la civilización azteca. No era sólo la «idolatría», de la que las masas de frailes y padres hacían su casus belli; ni siquiera las bárbaras costumbres de arrancar los corazones de los prisioneros y ofrecérselos palpitando aún a HUITZILOPOCHTLI, una práctica que, por cierto, parece que introdujo el predecesor de Moctezuma, ya en 1486. Se trataba más bien de la escala total de esta civilización, que parecía el resultado de un progreso al que se había puesto freno en su carrera o de la pátina de una cultura importada superior, como una fina chapa sobre una burda subestructura.

Edificios impresionantes ingeniosamente diseñados no se construían con piedras talladas; semejaban las construcciones de adobe-piedra de los campos burdamente sujetas con simple argamasa. El comercio era amplio pero un comercio de trueque. El tributo se pagaba en especie; los impuestos con servicios personales, no se conocía en absoluto el dinero.

Las telas se confeccionaban en telar muy rudimentario; el algodón se hilaba sobre husos de arcilla similares a los encontrados en el Viejo Mundo en las ruinas de Troya (II milenio a.C.) y en algunos lugares de Palestina (III milenio a.C). Tanto en herramientas como en armas, los aztecas estaban en la edad de piedra, inexplicablemente desprovistos de herramientas y armas de metal, a pesar de conocer el oficio de la orfebrería. Para cortar, utilizaban pedacitos de obsidiana parecidos al cristal (uno de los objetos predominantes de la época de los aztecas fue el cuchillo de obsidiana, que utilizaban para sacar los corazones de los prisioneros).

Debido al hecho de que otros pueblos de América no disponían de escritura, los aztecas parecían un pueblo más avanzado en este aspecto dado que utilizaban cierto sistema de escritura no alfabética ni tampoco fonética; consistía en una serie de imágenes como dibujos en una tira cómica.

En comparación, en el Próximo Oriente de la antigüedad, que es donde apareció la escritura hacia el 3800 a.C. en Sumer en forma de pictogramas, éstos se estilizaron con rapidez hasta convertirse en la escritura cuneiforme, avanzaron hasta una escritura fonética en donde los signos representaban sílabas y hacia finales del II milenio a.C., apareció un alfabeto completo. La escritura con imágenes apareció en Egipto cuando se instauró la realeza, hacia el 3100 a.C. y rápidamente evolucionó hasta convertirse en un sistema de escritura jeroglífica.

Los estudios de los expertos, como el de AMELIA HERTZ (REVUE DE SYNTHÉSE HISTORIQUE, VOL. 35), han llegado a la conclusión de que la escritura por imágenes de los aztecas en el año 1500 d.C. era similar a la primitiva escritura egipcia, como la de la tablilla de piedra del rey Narmer, a quien algunos consideran el primer rey dinástico de Egipto, 4,5 milenios antes. A. HERTZ encontró otra curiosa analogía entre el México azteca y el Egipto de las primitivas dinastías: En ambos, a pesar de que la metalurgia del cobre aún no se había desarrollado, la orfebrería estaba tan avanzada que los orfebres podían engastar turquesas, una piedra semipreciosa muy valorada en ambos lugares, en los objetos de oro.

El Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México, ciertamente, uno de los mejores del mundo en su campo, expone el legado arqueológico del país en un edificio con forma de U. En una serie de salas o secciones interconectadas, lleva al visitante a través del tiempo y el espacio, desde los orígenes prehistóricos hasta la época de los aztecas, de sur a norte y de este a oeste. La sección central se dedica a los aztecas; es el corazón y el orgullo de la arqueología nacional mexicana, pues «aztecas» es un nombre que se le dio a este pueblo con posterioridad. A sí mismos se llamaban mexica, dando así su nombre preferido no sólo a la capital construida donde había estado el Tenochtitlán azteca, sino también a todo el país.

La Sala Mexica entre sus monumentales esculturas de piedra se incluye el inmenso Calendario de Piedra, que pesa alrededor de 25 toneladas, enormes estatuas de varios dioses y diosas y un grueso y enorme disco de piedra grabado a su alrededor. Efigies de piedra y arcilla más pequeñas, utensilios de loza, armas, ornamentos de oro y otros restos aztecas, además del modelo a escala del recinto sagrado, llenan la impresionante sala.

El contraste entre los primitivos objetos de arcilla y madera y las grotescas efigies por una parte, y las poderosas piedras talladas y el monumental recinto sagrado por otra, es asombroso. Resulta inexplicable para el escaso lapso de cuatro siglos de presencia azteca en México.

Se pueden justificar las diferencias entre estas dos capas de civilización, encontrando la respuesta en la historia conocida de los aztecas presentados como un pueblo nómada, una burda tribu inmigrante que se introdujo en un valle poblado por tribus de una cultura más avanzada que al principio se ganaban la vida sirviendo a las tribus pobladoras principalmente como mercenarios a sueldo pero que con el tiempo, se las ingeniaron para imponerse a sus vecinos, tomando prestada su cultura y sus artesanos y que siendo seguidores de Huitzilopochtli, adoptaron el panteón vecino, incluido el dios de la lluvia Tláloc y al benévolo Quetzalcóatl, dios de los oficios, la escritura, las matemáticas, la astronomía y el cálculo del tiempo.

AZT-LAN. Pero las leyendas que los expertos llaman «mitos migratorios», sitúan los acontecimientos bajo una luz diferente comenzando el relato en una época mucho más antigua. Las fuentes de esta información no se basan sólo en la tradición oral, sino también en diversos libros códices que como el CÓDICE BOTURINI, dicen que el hogar ancestral de la tribu azteca se llamaba AZT-LAN «Lugar Blanco», el hogar de la primera pareja Patriarcal, Itzac-mixcóatl «Blanca Serpiente Nube» y su esposa Illan-cue «Vieja Mujer» que engendraron los hijos de los que provendrían las tribus de habla náhuatl entre las que se encontraban los aztecas. Los Toltecas también eran descendientes de Itzac-mixcóatl con otra mujer, siendo así medios hermanos de los aztecas.

Dónde estaba situado Aztlán, nadie lo sabe con certeza. De los numerosos estudios que tratan de este asunto se incluyen teorías de que se trataba de la legendaria Atlántida. Uno de los mejores es el de EDUARD SELER, “WO LAG AZTLAN, DIE HEIMAT DER AZTEKEN?” Aztlán era un lugar que al parecer estaba relacionado con el número siete, habiéndosele llamado en alguna ocasión Aztlán de las Siete Cuevas. También se le describía en los códices como un lugar reconocible por sus siete templos: Una gran pirámide escalonada central rodeada por seis santuarios menores.

En su elaborada Historia de las cosas de la Nueva España, FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, utilizando los textos originales en la nativa lengua náhuatl escritos después de la Conquista, habla de la multi-tribal migración desde Aztlán. Hubo siete tribus en total, que dejaron Aztlán en barcos. Los libros ilustrados las muestran pasando junto a un hito cuyo pictograma sigue siendo un enigma. SAHAGÚN ofrece varios nombres para las estaciones del camino, llamando al lugar de desembarco «Panotlán» «lugar de llegada por el mar» que por diversas pistas los expertos han concluido que se trata de la actual Guatemala.

Las tribus llevaban con ellos a cuatro hombres sabios para que les guiaran y les dirigieran, dado que llevaban consigo manuscritos, rituales y conocían también los secretos del calendario. Desde allí, se encaminaron hacia el Lugar de la Serpiente-Nube, donde al parecer se dispersaron. Por fin, aztecas y toltecas llegaron a un lugar llamado Teotihuacán, en donde construyeron dos pirámides, una al Sol y otra a la Luna.

Los reyes gobernaron en Teotihaucán y fueron enterrados allí, para reunirse con los dioses en la otra vida. No está claro el tiempo que pasó hasta que se embarcaron en el siguiente viaje migratorio pero en algún momento comenzaron a abandonar la ciudad sagrada, siendo los primeros los toltecas que se fueron para construir su propia ciudad, TOLLAN. Los últimos fueron los aztecas. Sus andanzas les llevaron a diversos lugares, pero no encontraban descanso. Durante el tiempo de la última migración su líder recibió el nombre de MEXITLI «El Ungido». En él, según CF. MANUEL OROZCO Y BERRA, “OJEADA SOBRE CRONOLOGÍA MEXICANA”, estaría el origen del nombre tribal mexica «el pueblo ungido».

La señal para la última migración la dio a los aztecas/mexica su dios Huitzilopochtli quien les prometió una tierra en donde había «casas con oro y plata, algodón multicolor y cacao de muchos tonos», seguiendo una dirección indicada hasta que vieran un águila posada sobre un cactus que creciera de una roca rodeada de agua. Allí se deberían asentar y se llamarían «MEXICA», pues eran el pueblo elegido destinado a gobernar sobre el resto de tribus. Así fue como llegaron según las leyendas, por segunda vez al Valle de México a Tollan, conocida también como «el lugar del medio» y aunque sus habitantes eran sus parientes ancestrales, no les dieron la bienvenida. Durante casi dos siglos vivieron los aztecas en las orillas pantanosas del lago central; y creciendo en fuerza y en conocimientos, fundaron por fin su propia ciudad, Tenochtitlán «ciudad de Tenoch» que algunos creen llamada así porque el entonces líder azteca verdadero constructor de la ciudad, se llamaba TENOCH. Pero, dado que se sabe que los aztecas se consideraban tenochas descendientes de Tenoch otros creyeron que Tenoch fue el nombre de un antepasado tribal, una legendaria figura paternal muy, muy antigua.

La mayoría de expertos actuales sostienen que los mexica o tenochas llegaron al valle hacia el 1140 d.C. y fundaron Tenochtitlán en el 1325 d.C. Crecieron en influencia gracias a una serie de alianzas con algunas tribus y a la guerra con otras. Algunos investigadores dudan que los aztecas llegaran a crear un verdadero imperio. Lo cierto es que, cuando llegaron los españoles, eran el poder dominante en el centro de México, liderando a sus aliados y sometiendo a sus enemigos. Estos últimos les suministraban los cautivos para los sacrificios, por lo que la conquista de los españoles se vio facilitada por las múltiples insurrecciones contra los opresores aztecas.

LOS DIOSES PRIMIGENIOS. Al igual que los hebreos bíblicos, que remontaban sus genealogías no sólo hasta las parejas patriarcales, sino también hasta el comienzo de la humanidad, los aztecas, los toltecas y otras tribus nahuatlacas tenían leyendas de la creación que seguían los mismos temas. Pero, mientras el Antiguo Testamento comprimía sus detalladas fuentes sumerias diseñando una entidad plural (Elohim) a partir de las diversas deidades activas en los procesos creadores, los relatos nahuatlacas conservaban los conceptos sumerio y egipcio de varios seres divinos que actuaban bien en solitario o bien en concierto.

Las creencias tribales predominantes desde el sudoeste de los Estados Unidos por el norte, hasta la actual Nicaragua y por el sur Mesoamérica, sostenían que en el principio había un Dios Antiguo, Creador de Todas las Cosas del Cielo y la Tierra cuya morada estaba en lo más alto del cielo, el duodécimo cielo.

Las fuentes de SAHAGÚN atribuían el origen de estos conocimientos a los toltecas quienes sabían que muchos eran los cielos; que había doce divisiones superpuestas; allí moraba con su consorte la Dama de la Dualidad la Dama Celestial, el dios verdadero, el Dios Celestial, Señor de la Dualidad. El es rey, El es Señor, por encima de los doce cielos. Esto parece una versión de las creencias religioso – celestiales Mesopotamicas, con Anu «Señor del Cielo» a la cabeza del panteón junto con su consorte Antu «Dama del Cielo», que vivían en el planeta más lejano, el duodécimo miembro de nuestro Sistema Solar, el radiante planeta sumerio cuyo símbolo era la cruz. Todos los pueblos del mundo antiguo adoptarían posteriormente este símbolo y lo desarrollarían hasta convertirlo en el omnipresente emblema del Disco Alado. El escudo de Quetzalcóatl y otros símbolos que aparecen en los primitivos monumentos de México son extrañamente similares.

Los dioses de antaño de los que los textos nahuatlacas contaban relatos legendarios eran descritos como hombres barbados, como correspondería a los antepasados del barbudo Quetzalcóatl. Al igual que en las teogonias mesopotámicas y egipcias, había relatos de parejas divinas y de hermanos que se casaban con sus propias hermanas.

De interés prioritario y directo para los aztecas eran los cuatro hermanos divinos, Tlatlauhqui, Tezcatlipoca-Yáotl, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, según su orden de nacimiento que representaban a los cuatro puntos cardinales y a los cuatro elementos primarios: Tierra, Viento, Fuego, Agua, un concepto de la «raíz de todas las cosas» bien conocido en el Viejo Mundo de uno a otro confín.

Estos cuatro dioses representaban también los colores rojo, negro, blanco y azul y las cuatro razas de la humanidad, a las que se representaba a menudo (como en la primera página del CÓDICE FERJERVARY MAYER) con los colores correspondientes, junto con sus símbolos, árboles y animales.

El reconocimiento de cuatro ramas separadas de la humanidad resulta interesante y significativo, por sus diferencias con el concepto bíblico-mesopotámico de la triple división asiática, africana y europea surgida del linaje de Noé, de Sem, Cam y Jafet. Las tribus nahuatlacas, los pueblos de las Américas habían añadido un cuarto pueblo, el pueblo de color rojo.

Los relatos nahuatlacas hablan de conflictos y de guerras entre los dioses, incluido el incidente en que Huitzilopochtli derrotó a los 400 dioses menores y el combate entre Tezcatlipoca-Yáotl y Quetzalcóatl, guerras por el dominio de la Tierra o de sus recursos, detalladas en las tradiciones populares los «mitos» de todos los pueblos de la antigüedad.

Los relatos hititas e indoeuropeos de las guerras entre Teshub o Indra con sus hermanos llegaron a Grecia a través de Asia Menor. Los semitas cananeos y fenicios escribieron acerca de las guerras de Baal con sus hermanos, en el transcurso de las cuales Baal mató a centenares de «hijos de los dioses» menores cuando se les atrajo con engaños al banquete de la victoria del dios. Y en las tierras de Cam, África, los textos egipcios hablaban del desmembramiento de Osiris a manos de su hermano Set, y de la posterior guerra entre Set y Horus, hijo y vengador de Osiris.

Las de los dioses de los mexicanos eran concepciones originales o recuerdos de creencias y relatos que tenían sus raíces en el Próximo Oriente de la antigüedad.

El Creador de Todas las Cosas, era un dios que «da la vida y la muerte, la buena y la mala fortuna». El cronista ANTONIO DE HERRERA Y TORDESILLAS “HISTORIA GENERAL”, comentó que los indígenas «le invocan en sus tribulaciones, con la mirada puesta en el cielo, donde creen que está». Este dios creó primero el Cielo y la Tierra; después, dio forma al hombre y a la mujer a partir del barro pero no duraron mucho. Después de algunos esfuerzos más, creó una pareja humana a partir de cenizas y metales y con ellos se pobló el mundo. Pero todos estos hombres y mujeres fueron destruidos en una inundación, salvo cierto sacerdote y su mujer que junto con semillas y animales, lograron flotar con la ayuda de un tronco ahuecado y descubrió tierra después de enviar unos pájaros. Según FRAY GREGORIO GARCÍA, la inundación duró un año y un día, durante los cuales toda la Tierra estuvo cubierta de agua y el mundo se sumió en el caos.

Los acontecimientos primitivos o prehistóricos relativos a la humanidad y a los progenitores de las tribus nahuatlacas se dividían en leyendas, representaciones pictóricas y grabados en piedra, como el Calendario de Piedra, de cuatro eras o «soles». Los aztecas consideraban su época como la más reciente de cinco eras, la del Quinto Sol. Cada uno de los cuatro soles anteriores había terminado con una catástrofe a veces natural como un Diluvio y a veces provocada por las guerras entre los dioses.

EL GRAN CALENDARIO DE PIEDRA AZTECA que se descubrió en la zona del recinto sagrado es la plasmación en piedra de las cinco eras. Los símbolos que circundan el panel central y la misma imagen central han sido objeto de numerosos estudios. El primer anillo interior representa, con toda claridad los veinte signos de los veinte días del mes azteca. Los cuatro paneles rectangulares que rodean el rostro central se reconocen como los glifos que representan las cuatro eras anteriores y la calamidad que terminó con cada una de ellas, agua, viento, terremotos y tormentas, y jaguar.

Los relatos de las cuatro eras son valiosos por la información relativa a la longitud de las eras y a sus principales acontecimientos. Aunque las versiones varían, lo cual sugiere una larga tradición oral previa a los registros escritos, todas coinciden en que cada sol es identificado por el fenómeno que lo llevó a su fin. Los cuatro paneles rectangulares que rodean la cara central se cree que representan los cuatro grandes períodos o «soles» de la historia azteca.

  • La primera era llegó a su fin con un Diluvio, una gran inundación que arrasó la Tierra, el primer sol fue destruido por el agua, es lo que representa el gran Diluvio en 10,983 A.C. La humanidad sobrevivió gracias a una pareja, NENE y su mujer, TATA, que se las ingeniaron para salvarse en un tronco vaciado. O bien esta primera era o bien la segunda fue la era de los Gigantes de Cabellos Blancos.
  • El Segundo Sol se recordó como «Tzoncuztique», la «Era Dorada»; terminó a causa de la Serpiente del Viento, el segundo por los fuertes vientos, representación de la destrucción nuclear en el 2,024 A.C. en las tierras desde donde llegaron los primeros americanos.
  • El Tercer Sol estaba presidido por la Serpiente de Fuego y fue la era de la Gente de Cabello Rojo, el tercero destruido por terremotos y tormentas, representando el evento cósmico en 1,390 A.C. que puso fin a la rotación de la Tierra y provocó masivas precipitaciones de «granizo» cayendo del cielo. Según el cronista IXTLIL-XOCHITL, fueron los supervivientes de la segunda era llegados en barco desde el este hasta el Nuevo Mundo, asentándose en la región de Botonchán; allí se encontraron con gigantes que también habían sobrevivido a la segunda era y fueron esclavizados por éstos.
  • El Cuarto Sol fue la era de la gente de cabeza negra destruido por el jaguar. Durante esta era Quetzalcóatl apareció en México alrededor del 1390 A.C., alto de estatura, luminoso semblante, con barba y llevando una larga túnica. Su báculo con forma de serpiente estaba pintado de negro, blanco y rojo; llevaba piedras preciosas engarzadas y estaba adornado con seis estrellas. (Quizá no casualidad, el báculo de ZUMÁRRAGA el primer obispo de México, se hiciera muy parecido al de Quetzalcóatl). Durante esta era se construyó Tollan la capital tolteca. Quetzalcóatl, señor de la sabiduría y el conocimiento, introdujo la enseñanza, los oficios, las leyes y el cálculo del tiempo según el ciclo de 52 años. Hacia el final del Cuarto Sol tuvIeron lugar una serie de guerras entre los dioses que causaron estragos en el país; los animales salvajes diezmaron a la humanidad y Tollan quedó abandonada. Los Diosesse habían trasladado al Nuevo Mundo después de los acontecimientos climáticos de 1,450 A.C. y alrededor del 1,390 A.C., el cuarto sol fue terminado por el «jaguar». Esta tradición se conmemora en todo el continente americano en forma de numerosas sectas religiosas involucrando varios animales con colmillos. Quetzalcóatl partió de vuelta hacia el este, hacia el lugar de donde había venido. Cinco años más tarde llegaron los pueblos chichimecas, alias los aztecas; y
  • El Quinto Sol, la era azteca, dio comienzo. Los aztecas se consideraban a sí mismos viviendo en el quinto sol, al principio del cual habían emigrado a la tierra actual, encabezados por su DiosHuitzilpochtli. Ha habido muchos intentos de confirmar la validez de los soles aztecas, todos los cuales han sufrido de datos contradictorios sobre la duración de cada período. Poniendo estos datos a un lado. El quinto sol azteca, marcado por el jaguar, comenzó algún tiempo después del cuarto sol en 1,390 A.C., pero, ¿cuándo exactamente?
  • Podemos relacionarlo cronológicamente a ISHKUR-YAHVEH, la destrucción del Templo de Jerusalén y visita de Ezequiel al nuevo templo de Chavín. Según la leyenda azteca El DiosAzteca de la guerra conocido como Huitzilopochtli, representado por lo general con un arma poderosa, ganó una batalla contra 400 Dioses Otra leyenda refiriéndose al mismo evento y al mismo Dios, afirma que un Dios llamado «Espejo Humeante» luchó en Tula al norte de Teotihuacán, contra el Dios serpiente emplumada Quetzalcóatl y así llevó su reino al final. Los arqueólogos excavando en Teotihuacán han encontrado por todas partes imágenes del Dios de la Tormenta ISHKUR, indicando que Él y Huitzilopochtli eran uno y el mismo victorioso Dios. La leyenda del “Espejo Humeante se corresponde con otra historia, según la cual Quetzalcóatl dejó Mesoamérica tras el estallido de las guerras entre los Dioses. El Dios serpiente partió con un grupo de seguidores, desde Tula hacia Yucatán donde se embarcó hacia el este en una «balsa serpiente».
  • Este evento es uno de los más significativos en la historia de las Américas, ya que Quetzalcóatl se fue con la promesa de volver. La fecha del regreso se fija de acuerdo con un calendario sagrado de 260 días, combinado con un calendario de 365 días para producir una ronda sagrada de 52 años. A partir de entonces, todas las culturas mesoamericanas contaban los años y esperaban el regreso de Quetzalcóatl cada vez que se completaba el ciclo de 52 años. Puesto que la promesa de Quetzalcóatl es de vital importancia para la ronda sagrada, es muy probable que el calendario sagrado de 260 días del que dependía la ronda sagrada, se pusiera en marcha cuando partió. Entonces la primera fecha de la rueda sagrada encontrada en México equivale a 500 A.C. es decir que Quetzalcóatl el dios serpiente se vio obligado a abandonar Mesoamérica en el 552 A.C., la evidencia sugiere que era Enki y que efectivamente regresó al continente de Asia. Ea, su apodo significa «Aquel cuyo hogar es el agua». Los eruditos creen que también puede ser identificado con el mítico Oannes, un anfibio «hombre pez» que salió del mar Eritreo y enseñó la civilización de los sumerios. La presencia de Enki en Mesoamérica se puede determinar a partir de la palabra maya «uaana«, que es prácticamente idéntica a Oannes y significa «Aquel cuyo hogar es el agua». Frente a la costa de Yucatán, Según la leyenda, desde donde supuestamente Quetzalcóatl dejó Mesoamérica, donde está la isla llamada Jaina, Los itzaes, un pueblo que ocupó la región en los últimos tiempos y dieron su nombre a Chichen Itza, reconocieron a Jaina como el lugar de descanso final del Dios de los Itzaes, Itzamná, cuyo significado es «Aquel cuyo Hogar es el Agua». Quetzalcoatl alias Ea-Enki navegó desde Jaina y se dirigió hacia el este, en una «balsa serpiente» que junto con el mismo Dios aparecieron en el este en el 500 A.C., en Nepal, en el un sitio sagrado llamado  Una lámina 63 muestra la estatua de un Dios, conocido como «el Vishnu durmiente», acostado en una cama de serpientes dentro de un tanque de agua. Esta estatua es un misterio para los expertos en la religión hindú, ya que tiene todas las características del Dios Vishnu pero el nombre Budhanilkantha significa «Vieja Garganta Azul», un nombre que significa un Dios diferente: Shiva. Esto enfrenta a los expertos con una extraña contradicción, ya que Vishnu es el conservador y Shiva el destructor. Lo que sea que signifique esta dualidad, la estatua en la balsa de serpientes es definitivamente Vishnu que en Nepal también es comúnmente conocido como «NARAYAN» «el que cuida a la gente»de epiteto «Aquel Cuyo Hogar Es El Agua».
  • Puede ser una coincidencia que esta fecha, que marca la batalla de los Dioses, esté a tan sólo 18 años después del viaje de Ezequiel a Chavín. La otra evidencia cronológica viene de la arqueología. Aunque las fechas son vagas, la cronología establecida en San Agustín y CHAVÍN DE HUANTAR son totalmente coherentes con el período de alrededor de 550 A.C., primera fecha establecida para el culto al jaguar, período que coincide exactamente con el fenómeno conocido como «El Nine«, que causó enormes cambios sociales y culturales en América del Sur. En particular, los asentamientos costeros del Perú declinaron súbitamente mientras Chavín repentinamente surgió como poderoso centro religioso. Los arqueólogos no están seguros exactamente lo que había detrás de “El Nine”, pero si ponemos todas las pistas juntas, luego de la guerra de los Diosesse convierte en la fuerza detrás de El Nine y Chavín de Huantar se perfila como el catalizador que inició la guerra de los Dioses.
  • Aunque no podemos estar seguros de Cómo consiguió la humanidad quedar atrapada en este conflicto, una posible pista aparece más tarde en el templo de Chavín de Huantar. El Lanzón ha sido posicionado en el centro del templo para protegerlo de un enemigo desconocido. Las paredes del templo están diseñadas para obstaculizar el acceso de hombres de gran estatura. Este enemigo pudo haber sido un grupo de negros que llegaron a Chavin en 1,450 A.C.De acuerdo con la leyenda pre-inca «gigantes» habían marchado a las montañas, habían alterado a su Dios y fueron destruidos. Es posible que estas personas, cercanamente relacionadas con los olmecas, se vieron obligados por ISHKUR a construir su «templo», pero posteriormente lo sabotearon incitados por un Diosrival y podemos entender por qué los hombres y los Dioses fueron involucrados en el conflicto que siguió. Este análisis significa que ISHKUR/YAHVÉ desató la furia de los «animales salvajes» sobre la humanidad, un ataque que dejó una impresión duradera en los sobrevivientes y Entre estos estuvieron los antepasados de los aztecas famosos por sus sanguinarios ritos  de sacrificios, que nos parecen tan ajeno a nosotros. Podemos empezar a sentir empatía por los aztecas, sin embargo, cuando estudiamos una de sus dagas ceremoniales en la Lámina 60 utilizada para cortar los corazones de sus víctimas de los sacrificios humanos, se encuentra que tiene un mango decorado con la imagen del Dios de la Tormenta buceando!

El motivo por el que se llamo «soles» a las eras no está claro y la extensión de las mismas no se ha establecido o difiere según la versión. Una de las más sensatas, asombrosamente plausible, es la del CÓDICE VATICANO-LATINO 3738. Dice que el primer Sol duró 4.008 años, el segundo 4.010, el tercero 4.081. El cuarto Sol «comenzó hace 5.042 años» sin especificar el momento de su final. Sea como sea, tenemos aquí un relato de los acontecimientos que se remonta 17.141 años a partir del momento en que los relatos se anotaron, lapso de tiempo demasiado largo como para que la gente pueda recordar algo y los expertos, aunque aceptan que los acontecimientos del Cuarto Sol contienen elementos históricos, tienden a desechar lo relativo a eras anteriores como meros mitos.

¿Cómo explicar entonces los relatos de Adán y Eva, un Diluvio global y la supervivencia de una pareja, episodios que según H. B. ALEXANDER “LATIN-AMERICAN MYTHOLOGY”, son «sorprendentemente evocadores del relato de la creación del Génesis y de la cosmogonía babilónica»?

Algunos expertos sugieren que los textos nahuatlacas reflejan de algún modo lo que habían escuchado en los sermones bíblicos de los españoles, pero como no todos los códices son posteriores a la Conquista, las similitudes bíblico – mesopotámicas sólo se pueden explicar si se admite que las tribus mexicanas tenían lazos ancestrales con Mesopotamia.  La cronología mexica-náhuatl se correlaciona con acontecimientos y momentos con una precisión científica e histórica que debería llevar a más de uno a detenerse y reflexionar.

  • Fecha el Diluvio al final del Primer Sol, unos 13.133 años antes de que se escribiera el códice; es decir hacia el 11.600 a.C. En El 12° planeta lse concluye que el Diluvio arrasó la Tierra hacia el 11.000 a.C; las correspondencias sugieren algo más que un mito en los relatos aztecas.
  • Intriga la afirmación de los relatos de la cuarta era como la época de la «gente de cabeza negra», las anteriores eran la de los gigantes de cabello blanco y la de la gente de cabello rojo y ésta, la «gente de cabeza negra», precisamente el término por el cual se llamaban los sumerios en sus textos. Como si los relatos aztecas de la era del Cuarto Sol fuera la época en la que los sumerios aparecieron en escena. La civilización sumeria comenzó hacia el 3800 a.C. y fechando el comienzo de la Cuarta Era 5.026 años antes de su propia época, los aztecas situaban en los alrededores del 3500 a.C. lo cual coincide sorprendentemente con el inicio de la era de la «gente de cabeza negra».

LAS TRIBUS PERDIDAS. En lo referente a la gran civilización sumeria, el mundo occidental descubrió sus restos y legado cuatro siglos después de la Conquista de América. Hay que concluir que los pueblos nahuatlacas debían de conocer los relatos que aparecen en el Génesis a partir de sus propias fuentes ancestrales.

Los españoles.se asombraron al descubrir una civilización en el Nuevo Mundo tan similar a la europea, con  «el gran número de personas que hay allí» y doblemente desconcertados por las conexiones bíblicas de los relatos aztecas. Intentando una explicación, se les ocurrió que debían de ser los descendientes de las Tribus Perdidas de Israel, exiliadas por los asirios en el 722 a.C. que se desvanecieron sin dejar rastro (lo que quedó del reino de Judea lo conservaron las tribus de Judá y de Benjamín).

El primero en exponer esta idea en un detallado manuscrito, fue el dominico FRAY DIEGO DURAN, que fue llevado a Nueva España en 1542, a los cinco años de edad. Sus dos libros, “BOOK OF THE GODS AND RITES AND THE ANCIENT CALENDAR” e “HISTORIA DE LAS INDIAS DE NUEVA ESPAÑA”, fueron traducidos al inglés por D. HEYDEN Y F. HORCASITAS. En el segundo libro, DURAN, haciendo una exposición de las muchas similitudes, concluía enfáticamente que los nativos «de las Indias y del continente de este nuevo mundo […] son judíos y gente hebrea». Según él, «por su naturaleza: estos nativos son parte de las diez tribus de Israel que Salmanasar, rey de los asirios, capturó y llevó a Asiria». En sus informes de conversaciones con viejos indígenas sacaba a colación leyendas tribales de una época en que habían existido «hombres de monstruosa estatura que aparecieron y tomaron posesión del país… Y estos gigantes, al no encontrar la forma de llegar al Sol, decidieron construir una torre tan alta que su cúspide llegara al Cielo». Este episodio, que se parece al relato bíblico de la Torre de Babel, igualaba en importancia a otro relato referente a una migración similar a la del Éxodo. No es de extrañar por tanto que, con el aumento de este tipo de informes, la teoría de las Diez Tribus Perdidas que en su punto álgido recibió el respaldo de las cortes reales europeas, se convirtió en la favorita de los siglos XVI y XVII, al suponer que, de algún modo, yendo en dirección este a través de los dominios asirios y más allá, los israelitas habían alcanzado América, aunque terminó posteriormente siendo ridiculizada por los expertos.

Las teorías actuales sostienen que el hombre llegó al Nuevo Mundo desde Asia a través de un puente de hielo por Alaska hace unos 20.000 o 30.000 años extendiéndose poco a poco hacia el sur. Existen evidencias considerables en cuanto a objetos, lengua y evaluaciones etnológicas y antropológicas que indican influencias de más allá del Pacífico, hindúes, del sudeste asiático, chinas, japonesas y polinesias. Los expertos las explican por la llegada periódica de estas gentes a las Américas, pero insisten mucho en que esto ocurrió durante la era cristiana, sólo unos siglos antes de la conquista y nunca antes de Cristo. Aunque los expertos más conservadores siguen minimizando toda evidencia de contactos transatlánticos entre el Viejo y el Nuevo Mundo, hacen una concesión a contactos transpacíficos relativamente recientes como explicación de los relatos similares a los del Génesis que existieron en las Américas. De hecho, las leyendas de un Diluvio global y de la creación del hombre a partir de arcilla o materiales similares son temas comunes en las mitologías de todo el mundo y una posible ruta a las Américas desde Oriente Próximo (donde se originaron los relatos) podría haber sido a través del Sudeste Asiático y de las islas del Pacífico.

VERSION NÁHUATL DE LA CREACIÓN DEL HOMBRE. Pero existen elementos en las versiones náhuatl que indican una fuente muy primitiva, más que a los relativamente recientes siglos anteriores a la Conquista. Uno de ellos es que los relatos náhuatl de la creación del hombre siguen una versión mesopotámica muy antigua, ¡que ni siquiera se abrió paso hasta el Libro del Génesis!

La Biblia no tiene una sino dos versiones de la creación del hombre, ambas extraídas de primitivas versiones mesopotámicas. Pero ambas ignoran una tercera versión, probablemente la más antigua, en la cual la humanidad no se hizo de arcilla, sino de la sangre de un dios. El texto sumerio en el que se basa esta versión es que, el dios EA en colaboración con la diosa NINTI, «preparó un baño purificador». «Que se sangre a un dios en él ordenó; de su carne y de su sangre, que Ninti mezcle la arcilla.» A partir de esta mezcla se crearon hombres y mujeres. Resulta muy significativo que sea esta versión que no está en la Biblia la que se repita en un mito azteca. Es el Manuscrito de 1558, cuenta que después del calamitoso fin del Cuarto Sol, los dioses se reunieron en Teotihuacán. Tan pronto como los dioses estuvieron reunidos, dijeron:

«¿Quién habitará la Tierra?

El cielo ya ha sido establecido y la Tierra ha sido establecida; pero ¿quién, oh dioses, vivirá en la Tierra?»

Los dioses reunidos «se apenaron». Pero Quetzalcóatl, un dios de sabiduría y ciencia, tuvo una idea. Fue a Mictlán, la Tierra de los Muertos, y anunció a la pareja divina que estaba al cargo: «He venido a por los preciados huesos que guardáis aquí.»

Superando las objeciones y los engaños, Quetzalcóatl consiguió hacerse con los «preciados huesos»:

Reunió los preciados huesos;  los huesos del hombre se pusieron juntos a un lado, los huesos de la mujer se pusieron juntos al otro lado.
Quetzalcóatl los tomó e hizo un haz.

Llevó los huesos secos a Tamoanchán, «lugar de nuestro origen» o «lugar del cual hemos descendido». Una vez allí, le dio los huesos a la diosa CIHUACÓATL «Mujer Serpiente», una diosa de la magia: Ella pulverizó los huesos y los puso en una fina bañera de barro.

Quetzalcóatl sangró su órgano masculino sobre ellos.

Mientras el resto de dioses observaba, ella mezcló los huesos pulverizados con la sangre del dios; de esa mezcla arcillosa se creó a los macehuales. ¡La humanidad había sido re-creada!

Es verdaderamente sorprendente encontrarse todos estos elementos en los relatos náhuatl, un dios del conocimiento al que se le llama Serpiente Emplumada, una diosa de poderes mágicos llamada Mujer Serpiente; una bañera de marga en la cual los elementos terrestres se mezclan con la esencia del dios (sangre); y la creación del hombre, macho y hembra, a partir de la mezcla. Pero aún más sorprendente es el hecho de que el mito se representara pictóricamente en un códice náhuatl encontrado en la región de la tribu de los mixtéeos. En él se muestra a un dios y a una diosa mezclando un elemento que fluye en un enorme matraz o cuba con la sangre de un dios que deja caer gotas dentro del matraz; de esa mezcla, emerge un hombre.

Junto con los otros datos relacionados con los sumerios y de terminología, existen indicios de contactos en épocas sumamente tempranas. Al parecer, las evidencias desafían también a las teorías actuales acerca de las primeras migraciones del hombre a las Américas. Con esto no se proponen simplemente las sugerencias ofrecidas a principios de este siglo en los congresos internacionales de americanistas de una migración que no fuera desde Asia a través del Estrecho de Bering, por el norte, sino desde Australia/Nueva Zelanda a través de la Antártida hasta Sudamérica, idea recuperada recientemente tras el descubrimiento en el norte de Chile cerca de la frontera con Perú, de momias humanas enterradas hace 9.000 años.

El problema que plantean ambas teorías es que suponen largas caminatas de hombres, mujeres y niños a través de miles de kilómetros de tierras heladas y cómo se pudo hacer esto hace 20.000 ó 30.000 años; para qué emprender un viaje de este tipo, por qué hacer viajes de miles de kilómetros por una tierra helada a menos que fueran conscientes de alguna Tierra Prometida más allá del hielo y cómo podrían saber que había más allá si no habían estado allí nunca ni nadie más antes que ellos, pues por definición eran los primeros en llegar a las Américas. En el relato bíblico del Éxodo el Señor describe la Tierra Prometida como «una tierra de trigo, cebada, vino, higueras y granados, una tierra de olivos y miel… Una tierra cuyas piedras son de hierro y de cuyas montañas puedes sacar cobre.» El dios de los aztecas les describió su Tierra Prometida como una tierra de «casas con oro y plata, algodón multicolor y cacao de muchos tonos». Aquellos primitivos emigrantes se lanzaron a su imposible caminata porque alguien, su dios deidad no entidad teológica sino un ser físicamente presente en la Tierra les dijo que fueran y les describió lo que les esperaba allí, ayudando a los emigrantes a vencer los obstáculos del viaje, del mismo modo que el Señor bíblico había hecho con los israelitas.

Es con estos pensamientos como se podría entender el haber emprendido el viaje imposible en los relatos nahuatlacas de las migraciones y de las cuatro eras. El Primer Sol termina con el Diluvio, la era debió que ser la fase final de la última glaciación como se conclluye en El 12° planeta, donde el Diluvio fue provocado por el deslizamiento de la capa de hielo antártico en los océanos, llevando a la última glaciación a un brusco fin, hacia el 11.000 a.C. El hogar original de los pueblos nahuatlacas, el legendario AZTLÁN, «el lugar blanco», se llamaba así por la simple razón de que eso es lo que era, una tierra cubierta de nieve.

Este el motivo por el cual se tenía la era del Primer Sol como la época de los «gigantes de cabellos blancos»

Los recuerdos históricos aztecas rememorando el comienzo del Primer Sol 17.141 años atrás, contaban en realidad una migración a América hacia el 15.000 a.C, cuando el hielo formaba un puente con el Viejo Mundo.

Y el cruce no se hizo a través de un puente de hielo sino en barcos a través del Océano Pacífico, tal como relatan las leyendas náhuatl.

Las leyendas de un desembarco prehistórico en la costa del Pacífico no se limitan a los pueblos mexicanos. Más al sur, los pueblos andinos conservaron recuerdos de similar naturaleza, relatados como leyendas. Una de ellas, LA LEYENDA DE NAYMLAP, puede estar remitiéndonos al primer asentamiento de gente de otro lugar en aquellas costas. Habla de la llegada de una gran flota de balsas de juncos del tipo de las que utilizara THOR HEYERDAHL para simular la singladura sumeria en barcos de juncos. En la balsa que lideraba la flota, había una piedra verde que podía pronunciar las palabras del dios del pueblo, que daba indicaciones al jefe de los emigrantes NAYMLAP, para llevarlos hasta la playa elegida. La deidad, hablando a través del ídolo verde, instruyó posteriormente al pueblo en las artes de la agricultura, la construcción y la artesanía.

Algunas versiones de la leyenda del ídolo verde identifican el cabo Santa Helena en Ecuador, como el lugar del desembarco; allí, el continente sudamericano se proyecta hacia el oeste, en el Pacífico. Varios cronistas, entre ellos JUAN DE VELASCO, relataron leyendas nativas que decían que los primeros pobladores de las regiones ecuatoriales fueron gigantes. Los pobladores humanos que siguieron adoraban un panteón de doce dioses, encabezados por el Sol y la Luna. Y donde ahora se encuentra la capital de Ecuador dice Velasco, los pobladores construyeron dos templos uno frente a otro. El templo dedicado al Sol tenía frente a la puerta dos columnas de piedra y en el patio otros doce pilares de piedra en círculo.

Llegó el momento en que el líder NAYMLAP, tras completar su misión, tuvo que partir. A diferencia de sus sucesores NAYMLAP no murió: Se le dieron alas y se fue volando, para no volvérsele a ver más, al cielo se lo llevó el dios de la piedra parlante.

Los indígenas americanos no estaban solos en la creencia de que se podían recibir instrucciones divinas a través de una piedra parlante: Todos los pueblos antiguos del Viejo Mundo hablaban de piedras oraculares y creían en ellas y el Arca que los israelitas llevaron durante el Éxodo tenía en la parte superior el Dvir, literalmente, «hablador», un instrumento portátil a través del cual Moisés podía escuchar las instrucciones del Señor. En cuanto a la partida de NAYMLAP, que fue llevado hacia el cielo, también existen paralelismos bíblicos. En el capítulo 5 del Génesis, leemos que en la séptima generación del linaje de Adán a través de Set, el patriarca fue Henoc; cuando llegó a la edad de 365 años «se fue» de la Tierra, pues el Señor se lo llevó al cielo.

Los expertos tienen un problema con la idea de cruzar el océano en barcos hace 15.000 ó 20.000 años: Dicen que el hombre era demasiado primitivo por aquel entonces para tener naves oceánicas y navegar en alta mar, que no fue hasta la civilización sumeria, a comienzos del IV milenio a.C, que la humanidad consiguió medios terrestres vehículos con ruedas y acuáticos barcos de transporte a largas distancias.

Pero ése, según los mismos sumerios, fue el curso de los acontecimientos después del Diluvio. Una y otra vez dijeron que había existido una elevada civilización sobre la Tierra antes del Diluvio, una civilización que habían iniciado en la Tierra aquellos que habían venido del planeta de Anu, y que se había prolongado a través de un linaje de «semidioses» de largas vidas, de descendientes de los emparejamientos entre los extraterrestres, los bíblicos nefilim y las «hijas del hombre». Las crónicas egipcias, como los escritos del sacerdote Manetón, seguían la misma idea. Y lo mismo hace la Biblia, que describe una civilización tanto rural (agricultura, ganadería) como urbana (ciudades, metalurgia) antes del Diluvio. Todo eso, según todas estas antiguas fuentes fue borrado de la faz de la Tierra por el Diluvio y hubo que recomenzarlo todo desde el principio.

El Libro del Génesis 5:1 comienza con los relatos de la creación, versiones breves de los mucho más detallados textos sumerios. En éstos, se habla constantemente de «el Adán» «el Terrestre». Pero después da un giro hacia la genealogía de un ancestro concreto llamado Adán: «Éste es el libro de las generaciones de Adán».

Al principio, Adán tuvo dos hijos: Caín y Abel. Después, Caín mató a su hermano y fue desterrado por Yahvé. «Y Adán conoció a su mujer de nuevo y le dio un hijo, y le puso por nombre Set». Es este linaje, el linaje de Set, el que sigue la Biblia a través de una genealogía de patriarcas hasta Noé, el protagonista de la historia del Diluvio. Después, el relato se concentra en los pueblos asiáticos, africanos y europeos.

EL LINAJE DE CAÍN. Todo lo que tenemos en la Biblia es una docena de versículos. Yahvé castigó a Caín convirtiéndolo en nómada, «fugitivo y vagabundo sobre la Tierra». Y Caín se apartó de la presencia de Yahvé y moró en la tierra de Nod, al este del Edén. Y Caín conoció a su mujer y ella concibió y engendró a Henoc; y él construyó una ciudad y le puso a la ciudad el nombre de su hijo, Henoc. Varias generaciones después nació Lámek. Éste tuvo dos esposas. De una de ellas tuvo a Yabal; «él fue el padre de los que habitan en tiendas y tienen ganado». De la otra, tuvo dos hijos, YUBAL «fue el padre de los que tocan la cítara y la flauta» y TÚBAL-CAÍN, fue «forjador de oro, cobre y hierro».

Tan escasa información bíblica se ve ampliada por el pseudo-epigráfico Libro de los Jubileos, que se cree escrito en el siglo II a.C. a partir de fuentes más antiguas. Relacionando los acontecimientos con el pasaje de los Jubileos, tenemos que, «Caín tomó a su hermana Awan para que fuera su esposa y ella le dio a Henoc a finales del cuarto jubileo. Y en el primer año de la primera semana del quinto jubileo se construyeron casas en la tierra, y Caín construyó una ciudad y le puso por nombre el nombre de su hijo, Henoc».

Los eruditos bíblicos llevan mucho tiempo desconcertados con el nombre de Henoc, que significa «fundamento», «fundación», y que se le aplica tanto a un descendiente de Adán a través de Set como a otro de sus descendientes a través de Caín, así como con otras similitudes en los nombres de los descendientes. Sea cual sea el motivo, es evidente que las fuentes sobre las cuales se basaron los compiladores de la Biblia atribuyen hazañas extraordinarias a ambos Henoc que quizá no fuera más que una persona prehistórica.

El Libro de los Jubileos afirma que Henoc, «fue el primero entre los hombres que nació en la Tierra que aprendió a escribir y los conocimientos y la sabiduría y que escribía los signos del cielo según sus meses en un libro».

Según el Libro de Henoc, a este patriarca le enseñaron las matemáticas y los conocimientos de los planetas, así como el calendario durante su viaje celestial y se le mostró la ubicación de las «Siete Montañas de Metal» en la Tierra, «en el oeste».

Los prebíblicos textos sumerios conocidos como las Listas de los Reyes relatan también la historia de un soberano antediluviano al que los dioses le enseñaron todo tipo de conocimientos. Su nombre epíteto era EN.ME.DUR.AN.KI «Señor del Conocimiento de los Fundamentos del Cielo y la Tierra» y es muy probable que sea un prototipo de los Henoc bíblicos.

Los relatos nahuatlacas de las andanzas y la llegada a un destino final, del asentamiento y la construcción de una ciudad; de un patriarca con dos esposas, cuyos hijos son el origen de pueblos; de uno que se hizo famoso por ser forjador de metales… resultan demasiado semejantes a los relatos bíblicos.

La importancia que los náhuatl le dan al número siete se refleja en los relatos bíblicos, pues el séptimo descendiente del linaje de Caín, LÁMEK, proclamó enigmáticamente que «hasta siete veces será vengado Caín y Lámek setenta y siete». Estamos encontrando en las leyendas de las siete tribus nahuatlacas en sus antiguos recuerdos, al desterrado linaje de Caín y su hijo Henoc.

Un texto babilónico, basado, según los expertos, en un primitivo texto sumerio del tercer milenio a.C., cuenta enigmáticamente una disputa, que termina con un asesinato, entre un labrador y su hermano pastor, al igual que los bíblicos Caín y Abel. Condenado a «vagar con pesar», el infractor, llamado Ka’in, emigró a la tierra de Dunnu, y allí «construyó una ciudad con torres gemelas». Unas torres gemelas en la cúspide de las pirámides era el sello distintivo de la arquitectura azteca en aparente conmemoación de la construcción a cargo de Ka’in de una «ciudad con torres gemelas».

Los aztecas pusieron el nombre de Tenochtitlán a su ciudad, la Ciudad de Tenoch, llamada así en honor de su antepasado. Si tenemos en cuenta que, en su dialecto, los aztecas prefijaban muchas palabras con el sonido T, Tenoch podría haber sido en su origen Enoch, si se le quita el prefijo T. Tenochtitlán, la «ciudad de Tenoch», se llamaría así debido a que Caín, milenios atrás, «construyó una ciudad y le puso por nombre el nombre de su hijo, Henoc». Estamos encontrado en América Central el reino perdido de Caín, la ciudad a la que pusiera por nombre Henoc.

En realidad, esta posibilidad ofrece respuestas plausibles al enigma de los comienzos del hombre en estos dominios.

Pero también puede arrojar luz sobre los enigmas el de la «marca de Caín» y el rasgo hereditario común a todos los amerindios. Según el relato bíblico, Caín, tras ser desterrado de las tierras pobladas por el Señor y condenado a vagar por Oriente, comenzó a preocuparse por la posibilidad de ser asesinado por alguien que buscara venganza. Y así, el Señor, para indicar que Caín andaría errante bajo Su protección, «puso una señal a Caín, para que si alguien lo encontrara, no lo matara». Aunque nadie sabe en qué pudo consistir esta «señal» distintiva, generalmente se acepta que fue algún tipo de tatuaje en la frente, pero por lo que se dice posteriormente en la Biblia, parece que la cuestión de la venganza y de la protección contra ella tuvo su continuidad hasta la séptima generación y más allá por lo que un tatuaje en la frente no habría durado tanto ni hubiera podido transmitirse de generación en generación. Sólo un rasgo genético, transmitido de forma hereditaria, podía cumplir con las afirmaciones bíblicas. Y a la vista de este particular rasgo genético de los amerindios, la ausencia de vello facial, uno se pregunta si la «marca de Caín» y sus descendientes no sería este cambio genético. Si la conjetura es correcta, América Central Mesoamérica, como punto focal desde el cual se expandieron los amerindios hacia el norte y hacia el sur en el Nuevo Mundo, sería, de hecho, el Reino Perdido de Caín.

EL REINO DE LOS DIOSES SERPIENTES.

Cuando Tenochtitlán alcanzó la grandeza, Tula la capital tolteca se recordaba como la legendaria Tollan y cuando los toltecas construyeron Teotihuacán, era ya un mito. Su nombre significa «lugar de los dioses» y según los relatos conservados, eso era lo que había sido.

Se dice que hubo una época en que cayeron muchas calamidades sobre la Tierra y ésta cayó en la oscuridad, pues el sol dejó de aparecer. Sólo en Teotihuacán había luz, pues una llama divina continuaba ardiendo allí. Los dioses, preocupados, se reunieron en Teotihuacán, preguntándose qué se podía hacer.

«¿Quién gobernará y dirigirá el mundo?», Se preguntaban entre sí al verse incapaces de hacer reaparecer el sol.

Pidieron un voluntario entre los dioses para que saltara dentro de la llama divina y con su sacrificio, trajera al sol de vuelta. El dios Tecuciztecatl se presentó voluntario y poniéndose su atuendo reluciente avanzó hacia la llama; pero cada vez que se acercaba al fuego retrocedía acobardado. Entonces, el dios Nanauatzin se ofreció voluntario y sin dudarlo se lanzó dentro del fuego. Así avergonzado, Tecuciztecatl siguió el ejemplo pero cayó al borde de las llamas. Mientras los dioses se consumían, el Sol y la Luna volvieron a aparecer en los cielos, y aunque se podían ver, las dos luminarias se quedaron inmóviles en el firmamento. Según una versión, el Sol comenzó a moverse cuando un dios le disparó una flecha; otra versión dice que reanudó su curso después de que el dios del Viento soplara sobre él. Una vez el Sol volvió a ponerse en marcha, la Luna comenzó a moverse también y así se reanudó el ciclo del día y la noche, y la Tierra se salvó.

Este relato está íntimamente relacionado con los monumentos más famosos de Teotihuacán, la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna. Una versión dice que los dioses construyeron las dos pirámides para conmemorar a los dos dioses que habían sacrificado sus vidas; otra versión afirma que las pirámides ya existían cuando tuvo lugar este acontecimiento y que los dioses saltaron al fuego divino desde la cúspide de las pirámides. Sea cual sea la leyenda, se elevan majestuosamente hasta el día de hoy. Lo que hace sólo unas décadas no eran más que montículos cubiertos de vegetación, se ha convertido hoy en una importante atracción turística, a 48 kilómetros de Ciudad de México.

Elevándose en un valle circundado por montañas que hacen de telón de fondo en un escenario eterno, las pirámides obligan al visitante a levantar la vista por la pendiente, hasta las montañas que se elevan a lo lejos y los cielos que se abren por encima. Los monumentos rezuman poder, conocimiento, intención; el escenario habla de un vínculo consciente de la Tierra con el Cielo. Nadie puede pasar por alto la sensación de la historia, la presencia de un estremecedor pasado.

Los arqueólogos supusieron al principio que Teotihuacán se había construido en los primeros siglos de la era cristiana; pero la fecha retrocedió. Los trabajos sobre el terreno indican que el centro ceremonial de la ciudad ya ocupaba 11,52 kilómetros cuadrados hacia el 200 a.C. y En la década de 1950, un importante arqueólogo, M. COVARRUBIAS, admitió con incredulidad que la datación por radiocarbono daba al lugar «la casi imposible fecha del 900 a.C.» “Iridian Art of México and Central America”.

Posteriores pruebas de radiocarbono dieron la fecha de 1474 a.C. con un pequeño margen de error en una u otra dirección. Una fecha alrededor del 1400 a.C. se acepta generalmente hoy en día, que es cuando los Olmecas, que pudieron haber sido el pueblo que construyó en realidad las monumentales estructuras de Teotihuacán, estaban fundando grandes «centros ceremoniales» por todo México.

Teotihuacán experimentó varias fases de desarrollo y sus pirámides revelan evidencias de unas estructuras internas más antiguas. Algunos expertos leen en las ruinas un relato que pudo comenzar hace 6.000 años, en el cuarto milenio a.C. Esto se ajustaría a las leyendas aztecas que dicen que este Lugar de los Dioses ya existía en el Cuarto Sol. Después, cuando tuvo lugar el Día de la Oscuridad, hacia el 1400 a.C, las dos grandes pirámides se levantaron hasta sus monumentales tamaños.

La Pirámide de la Luna se eleva en el extremo norte de este centro ceremonial, flanqueada por estructuras auxiliares más pequeñas, levantándose sobre una gran plaza. Desde ésta, una amplia avenida discurre en dirección sur hasta donde alcanza la vista; la avenida también está flanqueada por santuarios, templos y otras estructuras de perfil bajo, que se cree que pudieron ser tumbas; en consecuencia, a esta avenida se le dio el nombre de Calzada de los Muertos. A unos 600 metros en dirección sur se llega a la Pirámide del Sol, que se eleva en el lado oriental de la calzada, más allá de una plaza y de una serie de santuarios y otras estructuras.

Pasando la Pirámide del Sol y otros 300 metros más al sur, se llega a la Ciudadela, un cuadrángulo que en su lado oriental tiene la tercera pirámide de Teotihuacán, la Pirámide de Quetzalcóatl. Ahora sabemos que frente a la Ciudadela, al otro lado de la Calzada de los Muertos, existió un cuadrángulo similar que hacía las veces de centro laico administrativo y comercial. La calzada continúa después más hacia el sur; el Proyecto de Planificación de Teotihuacán, dirigido por RENE MILLÓN en la década de 1960, dejó sentado que esta calzada norte-sur se extendía a lo largo de casi 8 kilómetros, más larga que la más grande de las pistas de aterrizaje de los modernos aeropuertos. A pesar de su notable longitud, esta amplia avenida discurre recta como una flecha, toda una hazaña tecnológica en cualquier época.

Un eje este-oeste, perpendicular a la calzada norte-sur, se extendía al este desde la Ciudadela y al oeste desde el cuadrángulo administrativo. Los miembros del Proyecto de Planificación de Teotihuacán se encontraron al sur de la Pirámide del Sol una señal cincelada en las rocas con la forma de una cruz en el interior de dos círculos concéntricos; una señal similar se encontró unos tres kilómetros más al oeste, en la ladera de una montaña.

Una línea que conectara a simple vista las dos señales indicaría precisamente la dirección del eje este-oeste y los otros brazos de las cruces se corresponderían con la orientación del eje norte-sur. Los investigadores concluyeron que habían encontrado las señales utilizadas por los constructores de la ciudad; sin embargo, no ofrecieron ninguna teoría para explicar de qué medios se valieron en la antigüedad para trazar realmente la línea entre dos puntos tan distantes entre sí.

Es evidente que el centro ceremonial había sido orientado y establecido de forma deliberada. El río San Juan que fluye por el valle de Teotihuacán fue desviado en el punto en que cruza el centro ceremonial: A través de canales artificiales, se desvió el río, que iba hacia la Ciudadela y al cuadrángulo que se abre enfrente, para hacerlo exactamente paralelo al eje este-oeste y después, con dos ángulos rectos exactos, hacerlo girar a lo largo de la avenida que lleva al oeste.

El segundo hecho que indica una orientación deliberada es que ninguno de los dos ejes está señalando los puntos cardinales, sino que están ligeramente desviados hacia el sudeste en quince grados y medio. Los estudios demuestran que esto no fue accidental, que no se debió a un error de cálculos de los antiguos constructores. A. F. AVENI “Astronomy in Ancient Mesoamerica” llama a esto «orientación sagrada» y señala que centros ceremoniales posteriores como el de Tula y otros más lejanos respetaron esta orientación, aunque no tuviera sentido en sus ubicaciones y en la época en la que se construyeron. La conclusión de sus investigaciones fue que, en Teotihuacán en el momento de su construcción, la orientación se trazó para permitir la observación del cielo en determinadas fechas clave del calendario.

ZELIA NUTTAL, en un estudio entregado durante el vigesimosegundo Congreso Internacional de Americanistas (Roma, 1926), sugirió que la orientación estaba ajustada al paso del Sol por el cénit del observador, que tiene lugar dos veces al año, cuando el Sol parece moverse de norte a sur y viceversa. Si estas observaciones celestiales eran el objetivo de las pirámides, su forma definitiva, pirámides escalonadas dotadas de escalinatas que llevaban a unos supuestos templos de observación en la plataforma superior tendría pleno sentido.

Sin embargo, dado que existen fuertes evidencias que sugieren que lo que nosotros vemos ahora son las capas externas más tardías de las dos pirámides principales tal como las recompusieron arbitrariamente los arqueólogos, además, no se puede afirmar con seguridad que el objetivo original de estas pirámides no fuera otro diferente. La posibilidad, incluso la probabilidad, de que las escalinatas fueran un añadido posterior nos viene sugerida por el hecho de que el primer tramo de la gran escalinata de la Pirámide del Sol está ladeado y mal alineado con la orientación de la pirámide.

De las tres pirámides de Teotihuacán, la más pequeña es la pirámide de Quetzalcóatl, en la Ciudadela. Un añadido posterior fue excavado parcialmente para revelar la pirámide escalonada original. La fachada, en parte al descubierto, muestra esculturas decorativas en las que el símbolo de la serpiente de Quetzalcóatl se alterna con el estilizado rostro de Tláloc contra un fondo de aguas onduladas. Esta pirámide se atribuye a época tolteca y es parecida a otras muchas de México.

Las dos pirámides más grandes no tienen ningún tipo de decoración. Son de diferente tamaño y forma y destacan por su grandeza y antigüedad. En todo esto, se parecen a las dos grandes pirámides de Gizeh, que también difieren en todos los aspectos del resto de pirámides egipcias; las últimas fueron construidas por los faraones, mientras que las de Gizeh fueron construidas por los «dioses». Quizás ocurriera lo mismo en Teotihuacán, en cuyo caso las evidencias arqueológicas avalarían las leyendas de cómo surgieron la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna.

Aunque, con el fin de permitir su uso como observatorios, las dos grandes pirámides de Teotihuacán se construyeron como pirámides escalonadas coronadas con plataformas y dotadas de escalinatas al igual que los zigurats mesopotámicos, no hay duda de que su arquitecto estaba familiarizado con las pirámides de Gizeh en Egipto y excepto en lo relativo a su forma exterior, emuló la singularidad de las pirámides de Gizeh.

Una sorprendente similitud: aunque la Segunda Pirámide de Gizeh es un poco más baja que la Gran Pirámide, sus ápices están a la misma altura por encima del nivel del mar debido a que la Segunda Pirámide se construyó sobre un terreno un poco más alto y lo mismo ocurre en Teotihuacán, donde la Pirámide de la Luna, más pequeña, está construida sobre un terreno que está 9 metros más alto que el de la Pirámide del Sol, dando a las dos cúspides la misma altura sobre el nivel del mar.

Las similitudes son especialmente obvias entre las dos grandes pirámides. Ambas se construyeron sobre plataformas artificiales. La medida de sus lados es casi la misma: Alrededor de 230 metros en Gizeh, alrededor de 227 en Teotihuacán y esta última encajaría limpiamente dentro de la primera.

Aunque estas similitudes y correspondencias nos hablen de un vínculo oculto entre los dos grupos de pirámides, no hay que ignorar la existencia de ciertas y considerables diferencias. La Gran Pirámide de Gizeh se construyó con grandes bloques de piedra cuidadosamente tallados, acoplados y encajados sin utilizar argamasa, con un peso total de 7 millones de toneladas y una masa de más de 2.600.000 metros cúbicos. La Pirámide del Sol se construyó con ladrillos de barro, adobe, guijarros y gravilla, dentro de una funda de toscas piedras y estuco, con una masa total de solo 283.000 metros cúbicos.

La Pirámide de Gizeh tiene un complejo interior de corredores, galerías y cámaras de intrincada y precisa construcción; la pirámide de Teotihuacán no parece tener estas estructuras interiores. La de Gizeh se eleva hasta una altura de 146 metros; la Pirámide del Sol incluido el antiguo templo superior sólo 76 metros. La Gran Pirámide tiene cuatro lados triangulares que surgen con el difícil ángulo de 52 grados; las dos de Teotihuacán están compuestas de niveles que descansan uno sobre otro, con lados que se inclinan hacia dentro para guardar la estabilidad, comenzando con una inclinación de 43,5 grados.

Éstas son diferencias significativas que reflejan las diferentes épocas y objetivos de cada grupo de pirámides. Pero en esta última diferencia se encuentra, hasta ahora ignorada por todos los investigadores anteriores, la clave para la solución de algunos enigmas.

En Egipto el más que empinado ángulo de 52 grados se consiguió sólo en las pirámides de Gizeh que no fueron construidas por Keops ni por ningún otro faraón como demuestra “Las crónicas de la Tierra”, sino por los dioses del antiguo Oriente Próximo, como balizas para el aterrizaje en su espaciopuerto de la península del Sinaí. El resto de pirámides egipcias menores, más pequeñas, deterioradas o derruidas, sí fueron construidas por los faraones milenios más tarde, intentando emular la «escalera al cielo» de los dioses pero ninguno consiguió el ángulo perfecto de 52 grados y cada vez que lo intentaron, terminó en catástrofe.

La lección quedó aprendida cuando el faraón Snefru (2650 a.C.) se agarró a la gloria de los monumentos. En un brillante análisis de los ancestrales acontecimientos, K. MENDELSSOHN “The Riddle of the Pyramids” sugirió que los arquitectos de Snefru estaban construyendo su segunda pirámide en Dahshur cuando la primera, construida en Maidum con los 52 grados de ángulo, se les cayó. Entonces, los arquitectos cambiaron a toda prisa el ángulo de la pirámide de Dahshur, que estaba a mitad de construcción, hasta los 43,5 grados, dándole a la pirámide la forma y así el nombre de La Pirámide Curva. Empeñado aún en dejar tras de sí una verdadera pirámide, Snefru se puso a construir una tercera en sus cercanías; se le llamó la Pirámide Roja, por el color de sus piedras, y se levanta con un ángulo seguro de 43½ grados. Pero en esta retirada hasta la seguridad de los 43,5 grados, los arquitectos de Snefru habían recurrido de hecho a la decisión que tomara el faraón Zoser más de un siglo antes, hacia el 2700 a.C. Su pirámide, la más antigua de las faraónicas que aún sigue en pie en Sakkara, era una pirámide escalonada que se elevaba en seis niveles, con un accesible ángulo de 43,5 grados.

Quizas Es sólo una coincidencia que la Pirámide del Sol y la Gran Pirámide de Gizeh tengan las mismas medidas de base.

Es sólo por casualidad que el ángulo exacto de 43,5o que adoptara el faraón Zoser y perfeccionara en su pirámide escalonada fuera el mismo seguido en Teotihuacán.

Lo dudamos. Mientras que un arquitecto no muy sofisticado podría conseguir un ángulo poco inclinado, digamos de 45o, simplemente dividiendo en dos un ángulo recto (90 o), el ángulo de 43,5 o se obtuvo en Egipto a través de una sofisticada adaptación del número Pi (alrededor de 3,1416), que es la relación de la circunferencia de un círculo con su diámetro.

El ángulo de 52o de las pirámides de Gizeh precisaba de cierta familiaridad con este número; se conseguía al darle a la pirámide una altura (A) igual a la mitad del lado (L) dividida por pi y multiplicada por cuatro (230 / 2 = 115 / 3,14 = 36,6 x 4 = 146 metros de altura). El ángulo de 43,5o se conseguía al reducir la altura desde un múltiplo final de cuatro a un múltiplo de tres. En ambos casos, hacía falta conocer pi y no existe absolutamente nada que indique que los pueblos de Mesoamérica lo conocieran.

¿Cómo puede ser, entonces, que el ángulo de 43,5o aparezca en las estructuras de las dos singulares pirámides de Teotihuacán, si no es a través de alguien familiarizado con las construcciones de las pirámides egipcias?

Excepto la Gran Pirámide de Gizeh, las pirámides egipcias sólo tenían un pasadizo inferior que normalmente comenzaba en o cerca del borde de la base de la pirámide y continuaba bajo ella.

Habría que atribuir a una mera coincidencia la existencia de tal pasadizo bajo la Pirámide del Sol. Su descubrimiento, accidental, en 1971, fue tras una época de lluvias torrenciales. Justo enfrente de la escalinata central de la pirámide, se encontró una cavidad subterránea con unos escalones antiguos que llevaban a 6 metros más abajo, a la entrada de un pasadizo horizontal. Se concluyó que se trataba de una cueva natural artificialmente agrandada y perfeccionada, discurriendo bajo el lecho de roca sobre el que se asentaba la pirámide. Es evidente que la cueva original se transformó de forma intencionada ya que el techo estaba hecho de pesados bloques de piedra y las paredes del túnel estaban enlucidas con yeso. En varios puntos a lo largo de este pasadizo subterráneo, las paredes de adobe se desvían en ángulos agudos.

A casi 46 metros de la antigua escalinata, del túnel surgen dos cámaras laterales alargadas como dos alas extendidas es un punto que se encuentra exactamente debajo del primer nivel de la pirámide. Desde aquí el pasadizo subterráneo, normalmente de algo más de 2 metros de alto, continúa durante otros 60 metros en su parte más profunda, la construcción se hace más compleja con la utilización de diversos materiales; los suelos, colocados por segmentos, eran de factura humana; había también tuberías de drenaje para propósitos aún desconocidos quizá conectadas con una corriente subterránea ahora extinta. El túnel termina bajo el cuarto nivel de la pirámide, en una zona vaciada que parece una hoja de trébol, sostenida por columnas de adobe y losas de basalto.

Dado que las paredes tenían brechas anteriores al descubrimiento en tiempos modernos, no es posible decir cuál era el propósito de esta compleja estructura subterránea, ni si los restos de vasijas de arcilla, las hojas de obsidiana y las cenizas de carbón aparecidos allí pertenecen a la fase primitiva de uso del túnel. Pero la cuestión es que además de la observación del cielo en Teotihuacán, hay otras desconocidas agravadas con la realización de más descubrimientos.

hagamos mención de otro desconcertante descubrimiento hecho allí.

A lo largo del tercer segmento debajo de la Pirámide del Sol, las excavaciones de una serie de cámaras subterráneas interconectadas revelaron que algunos de los pisos estaban cubiertos con una gruesa lámina de mica, una silicona cuyas propiedades especiales la hacen resistente al agua, al calor y la corriente eléctrica, por lo que es utilizada como aislante en diversos procesos químicos, en aplicaciones eléctricas y electrónicas y en tecnología nuclear y espacial. Las propiedades de la mica dependen de los rastros que pueda tener de otros minerales y por tanto de su origen geográfico. Según opinión de los expertos, la mica encontrada en Teotihuacán es de un tipo que sólo se puede encontrar en el lejano Brasil y en los restos sacados de los distintos pisos o niveles de la Pirámide del Sol, cuando fue descubierta a principios de este siglo.

La Calzada de los Muertos parece extenderse como una pista ancha y lisa desde la plaza de la Pirámide de la Luna hacia el horizonte sur; pero en realidad su liso curso se ve interrumpido en una sección situada entre la Pirámide del Sol y el río San Juan. La pendiente total desde la Pirámide de la Luna hasta la Pirámide del Sol está más acentuada en esta sección de la Calzada y un examen sobre el terreno indica con toda claridad que esta pendiente se logró gracias a un corte deliberado en la roca virgen; en total, la caída desde la Pirámide de la Luna hasta un punto más allá de la Ciudadela es de casi 30 metros. Aquí se crearon seis segmentos para levantar una serie de paredes dobles en perpendicular al curso de la Calzada. Una corriente quizá comenzara en la Pirámide de la Luna donde se encontró un túnel subterráneo que la circunda, enlazando de algún modo con el túnel subterráneo de la Pirámide del Sol. La cadena de compartimentos podría retener o dejar ir el agua de uno a otro hasta que al final el agua llegaría al desvío canalizado del río San Juan.

¿Sería esta corriente artificial el motivo para decorar la fachada de la Pirámide de Quetzalcóatl con aguas onduladas, en un lugar de tierra adentro, a centenares de kilómetros de cualquier mar?

La relación de este lugar interior con el agua parece confirmarse con el descubrimiento de una enorme estatua de Chalchiuhtli-cue, diosa del agua y esposa de Tláloc, dios de la lluvia. La estatua, que se exhibe en la actualidad en el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México, se encontró de pie en el centro de la plaza que hay frente a la Pirámide de la Luna.

En sus representaciones pictóricas, la diosa «Dama de las Aguas», se la mostraba normalmente con falda de jade decorada con caparazones de caracolas. Sus aderezos consistían en pendientes de turquesa y un collar de jade u otras piedras verde azuladas del cual colgaba un medallón de oro. La estatua repite tal atuendo, aderezos y colgante de oro, incrustado en una cavidad, que fue sustraído por los ladrones. En sus representaciones pictóricas se la suele ver con una corona de serpientes o adornada con ellas de algún otro modo, indicando con ello su pertenencia a esa dinastía de dioses serpientes de los mexicanos.

Teotihuacán se diseñó y se construyó como una especie de central hidráulica en donde se utilizaba el agua para algún proceso tecnológico, utilizando la mica. Pareciera de que la presencia del Señor y la Señora del Agua junto con la principal deidad Quetzalcóatl, la avenida en pendiente, todas esas estructuras, cámaras subterráneas y túneles, la desviación del curso del río, las secciones subterráneas con sus desagües y los compartimientos bajo tierra forrados de mica, eran todos ellos componentes de una planta concebida científicamente para la separación, refinado o purificación de sustancias minerales.

Tanto si es a mediados del primer milenio a.C, como si más probablemente fuera a mediados del segundo milenio a.C, llegó a este valle alguien familiarizado con los secretos de la construcción de pirámides e igualmente entendido en ciencias físicas y creo a partir de los materiales disponibles en la zona, una sofisticada planta procesadora.

Alguien que buscaba oro como el colgante de la Dama del Agua podría sugerir o algún otro mineral aún más raro, fueron hombres y sus dioses, tal como las leyendas relativas a Teotihuacán y su mismo nombre vienen sugiriendo desde siempre.

Además de los dioses los moradores originales de Teotihaucán, quienes llevaron las piedras y la argamasa para levantar sus primeras pirámides y canalizar las aguas y operar los desagües, se diría de manera simplista que fueron los toltecas aceptando que Teotihuacán no es más antigua que unos cuantos siglos antes de Cristo. Pero quienes se inclinan por un inicio mucho más antiguo, han comenzado a señalar a los olmecas el enigmático pueblo que emergió en la escena de América Central a mediados del II milenio a.C. Pero los olmecas plantean muchos enigmas, pues parecen haber sido negros africanos y esto es anatema para aquellos que no pueden aceptar que hace milenios hubiera viajes transatlánticos.

Aún cuando el origen de Teotihuacán y de sus constructores esté envuelto en el misterio, es casi seguro que en los siglos anteriores a la era cristiana, gentes de etnia tolteca comenzaron a llegar a la zona. Realizando en principio faenas de tipo manual, poco a poco aprendieron los oficios de la ciudad y adoptaron la cultura de sus maestros, inclusive la escritura pictográfica, los secretos de la orfebrería, el conocimiento de la astronomía y el calendario, y el culto a los dioses. Hacia el 200 a.C, fueran quienes fueran los que gobernaran Teotihuacán, recogieron los trastos y se fueron, y el lugar se convirtió en una ciudad tolteca. Durante siglos, fue famosa por sus herramientas, armas y objetos de obsidiana, y su influencia cultural y religiosa se extendió ampliamente. Más tarde, unos mil años después de haber llegado, los toltecas recogieron los bártulos y se fueron. Nadie sabe por qué; pero la salida fue total, y Teotihuacán se convirtió en un lugar desolado, vivo sólo en los recuerdos de un pasado glorioso.

Algunos creen que este acontecimiento coincidió con la fundación de TOLLAN como nueva capital de los toltecas hacia el 700 d.C. Lugar de asentamiento humano durante milenios a orillas del río Tula. Los códices y la tradición popular hablan de Tollan como de una legendaria ciudad construida por los toltecas como una mini-Teotihuacán, centro de artes y oficios, esplendorosa con sus palacios y sus templos, resplandeciente de oro y piedras preciosas. Pero durante mucho tiempo los expertos pusieron en duda su existencia… ahora se sabe más allá de toda duda que Tollan sí existió, en un lugar llamado en la actualidad TULA, a unos 80 kilómetros al noroeste de Ciudad de México,cuyo redescubrimiento comenzó a finales del siglo XIX y el inicio del proceso está asociado a la figura de la viajera francesa DÉSIRÉ CHARNAY “Les anciennes villes du nouveau monde”. Pero no fue hasta la década de 1940 cuando comenzaron los trabajos serios de excavación y restauración bajo la dirección del arqueólogo mexicano JORGE R. ACOSTA, concentrados en el principal recinto ceremonial que recibió el nombre de Tula Grande; trabajos posteriores, como los de los equipos de la Universidad de Mississippi, ampliaron la zona de excavaciones.

Los descubrimientos confirmaron la existencia de la ciudad y su historia tal como se contaba en varios códices como el “Anales de Cuauhtitlán”. Ahora se sabe que Tollan estuvo gobernada por una dinastía de reyes-sacerdotes que afirmaban ser descendientes del dios Quetzalcóatl y de ahí que además de su propio nombre llevaran también el del dios, como patronímico, costumbre que también se daba entre los faraones egipcios. Algunos de estos reyes-sacerdotes fueron guerreros e intentaron expandir la soberanía tolteca; otros estuvieron más interesados en la fe. En la segunda mitad del siglo X d.C. el soberano era CE ACATL TOPILTZIN-QUETZALCÓATL; cuyo nombre y época son seguros debido a que un retrato suyo, de fecha equivalente al 968 d.C. aún se puede ver grabado en una roca que domina la ciudad. Fue en esta época cuando estalló un conflicto religioso entre los toltecas que tuvo que ver con la exigencia de parte del sacerdocio de introducir sacrificios humanos con el fin de pacificar al dios de la guerra. En el 987 d.C. Topiltzin-Quetzalcóatl y sus seguidores dejaron Tollan y emigraron hacia el oriente emulando la legendaria partida del divino Quetzalcóatl y se asentaron en Yucatán.

Dos siglos después, las catástrofes se tuvieron por señales de la ira divina que profetizaban la caída de la ciudad. El cronista SAHAGÚN comenta que al final, el soberano que muchos creen se llamaba Huemac-Quetzalcóatl convenció a los toltecas para abandonar Tollan. «Y así, por orden suya, se fueron, aunque habían vivido allí muchos años y habían construido grandes y hermosas casa y templos y palacios… Al final, tenían que partir, dejar sus casas, sus tierras, su ciudad y sus riquezas, y dado que no podían llevar con ellos toda su riqueza, enterraron muchas cosas y aún hoy algunos de ellos las están sacando de debajo del suelo, no sin admiración por su belleza y artesanía. Alrededor de 1168 d.C, Tollan se convirtió en una ciudad desolada, abandonada a la podredumbre y la destrucción. Se dice que cuando el primer jefe azteca puso sus ojos sobre las ruinas de la ciudad, lloró amargamente. Las fuerzas destructoras de la naturaleza habían recibido la ayuda de diversos invasores, merodeadores y ladrones que profanaron los templos, derruyeron los monumentos y destrozaron todo lo que aún quedaba en pie. Y así Tollan arrasada y olvidada se convirtió en no más que una leyenda.

Lo que se sabe de Tollan ocho siglos después da prueba de su nombre que significa «lugar de muchos barrios»; pues estaba compuesta de muchos barrios y recintos que ocupaban alrededor de 18 km2. Como en Teotihuacán (a la que intentaron emular sus arquitectos), el corazón de Tollan era un recinto sagrado que se extendía a lo largo de un eje norte-sur de alrededor de un kilómetro y medio de longitud flanqueado por unos grupos ceremoniales con orientación este-oeste, perpendicular al eje norte-sur. La orientación la daba la «inclinación sagrada» de Teotihuacán, aunque en aquella época y en la ubicación geográfica de Tollan no tenía sentido en términos astronómicos.

En lo que pudo haber sido el límite norte del recinto sagrado, se encontraron los restos de una estructura extraña. Por delante, era algo parecido a una pirámide escalonada regular, con su escalinata; pero en la parte de detrás la estructura era circular y estaba coronada probablemente por una torre. Este edificio pudo servir de observatorio y servir de modelo para el posterior templo azteca de Quetzalcóatl en Tenochtitlán, así como para otras pirámides observatorio circulares de otros lugares de México.

El principal recinto ceremonial, a algo más de un kilómetro hacia el sur, se ubicó alrededor de una gran plaza cuadrada central, en medio de la cual se levantaba el Gran Altar. El templo principal se elevaba en la cúspide de una gran pirámide de cinco niveles en el lado oriental de la plaza. En la parte norte, una pirámide más pequeña, también de cinco niveles, servía de plataforma elevada para otro templo; estaba flanqueada por edificios de múltiples cámaras que muestran señales de fuego y que podrían haber servido para algún propósito industrial.

Cerrando el lado sur de la plaza, había unos edificios o vestíbulos alargados cuyos techos descansaban sobre hileras de pilares. Una cancha para el sagrado juego de pelota del tlachtli completaba el cuadrado de la plaza por el oeste, reconstrucción de un dibujante sugerida por el arqueólogo P. Salazar Ortegón.

Entre este complejo principal de Tula Grande y el límite norte del recinto sagrado, existían como es natural varias estructuras y grupos de edificios; también se excavó otra cancha. En los complejos particulares y por todo el recinto, se encontraron muchas estatuas de piedra. Entre éstas, no sólo había estatuas de animales, como la del familiar coyote y la del no tan familiar tigre, sino también las de un semidiós reclinado llamado Chacmool.

Los toltecas también esculpían estatuas de sus jefes, a los que solían representar como hombres de baja estatura. A otros, ataviados como guerreros y con el arma atl-atl una espada curva o lanzadera de flechas en la mano izquierda, se les representó en relieve sobre columnas cuadradas, tanto de perfil como vistos desde detrás.

Cuando comenzó el trabajo arqueológico metódico y sostenido de 1940 se dirigió la atención a la Gran Pirámide, que, frente al Gran Altar tenía un obvio objetivo astronómico. Con el tiempo, los arqueólogos comenzaron a preguntarse por qué los indígenas de la zona se referían al desolado montículo como El Tesoro; pero cuando, tras comenzar las excavaciones, se encontraron con varios objetos de oro, los trabajadores insistieron en que la pirámide se elevaba sobre un «campo de oro» y se negaron a proseguir con el trabajo. «Sea realidad o superstición -escribió Acosta-, lo cierto es que el trabajo se detuvo y ya nunca se volvió a retomar.»

Entonces, el trabajo se concentró en la pirámide más pequeña, que en principio se llamó Pirámide de la Luna, después Pirámide «B» y por último, Pirámide de Quetzalcóatl. La designación proviene del largo nombre con que los nativos identificaban al montículo, «Señor de la Estrella de la Mañana» supuestamente uno de los epítetos de Quetzalcóatl y de los restos de enyesados de colores y bajorrelieves que adornan los niveles de la pirámide, evidenciando que sus ricas decoraciones estan dominadas por el motivo de la Serpiente Emplumada. Los arqueólogos creían también que había dos columnas redondas de piedra, de las que se habían encontrado varios fragmentos, que estaban talladas con la imagen de la Serpiente Emplumada y que se elevaban como pilares del pórtico de la entrada del templo que había en la cúspide de la pirámide.

El mayor tesoro arqueológico oculto se encontró cuando los equipos de Acosta se dieron cuenta de que el lado norte de esta pirámide había sido alterado en época prehispánica. Algo parecido a una rampa parecía haberse agregado en mitad de este lado en lugar de la pendiente escalonada. Excavando allí, los arqueólogos se encontraron con que había una zanja que alcanzaba bastante profundidad en su interior y resultó que la zanja que era tan alta como la pirámide, se había utilizado para enterrar en ella gran número de esculturas de piedra. Cuando se sacaron, se pusieron de pie y se encajaron, se hizo evidente que eran partes de las dos columnas redondas del pórtico, de cuatro columnas cuadradas que se creía que habían sostenido el techo del templo de la pirámide y de cuatro colosales estatuas de aspecto humano de más de cuatro metros y medio de altura, que acabarían siendo conocidas como los Atlantes.

Éstas imágenes, que se cree que también hicieron las veces de cariátides (esculturas utilizadas como pilastras para sostener el techo o sus vigas), fueron re-erigidas por los arqueólogos en la cima de la pirámide cuando terminaron las obras de restauración. Cada uno de los Atlantes,  consta de cuatro secciones, que se tallaron de forma que encajaran.

La sección superior conforma la cabeza de la estatua, que lleva un tocado de plumas, sujetas con una banda decorada con símbolos de estrellas; dos objetos alargados cubren las orejas. Los rasgos faciales no son fácilmente identificables y hasta ahora, han hecho inútil la comparación con cualquier grupo racial conocido; pero, aunque las cuatro caras tienen la misma expresión facial remota, un examen de cerca demuestra que son ligeramente diferentes e individuales.

El torso está compuesto por dos secciones. El principal rasgo de la sección superior o del pecho es una gruesa coraza cuya forma se ha comparado con la de una mariposa. La parte inferior del torso tiene su rasgo principal en la zona posterior; es un disco con un rostro humano en el centro, rodeado por símbolos aún no descifrados y, en opinión de algunos, una «corona» de dos serpientes entrelazadas. La sección de abajo del todo otorga muslos, piernas y pies -con sandalias- a los gigantes. Una cinta sostiene en su lugar estos aditamentos; bandas en los brazos, ajorcas y taparrabos completan el elaborado atuendo.

Sus descubridores las llamaron «ídolos», convencidos de que representaban a las deidades. Autores populares les llamaron Atlantes, lo cual suponía que pudieran haber sido los descendientes de la Diosa Atlatona, «la que brilla en el agua», o que pudieran haber venido de la legendaria Atlántida.

Los expertos, menos imaginativos, los ven simplemente como guerreros toltecas, que sostienen en la mano izquierda un manojo de flechas y un atl-atl en la mano derecha. Pero esta interpretación posiblemente no es correcta, pues las «flechas» de la mano izquierda no son rectas, sino curvas; y hemos visto que el arma de la mano izquierda era el atl-atl. Al mismo tiempo, el arma que tienen en la mano derecha no es curva como debería ser el atl-atl.

Este instrumento más bien parece una pistola en su funda, sostenida con dos dedos. Según propuso GERARDO LEVET “Misión fatal” no se trataba de un arma, sino de una herramienta, una «pistola de plasma». LEVET descubrió que una de las pilastras cuadradas que representaban a jefes toltecas tenía, grabada en la esquina superior izquierda la imagen de una persona con un zurrón a la espalda y con la herramienta en cuestión en la mano; ésta la usa como un lanzallamas para dar forma a la piedra. Esta herramienta es, incuestionablemente, el mismo instrumento que sostienen los gigantes en su mano derecha. LEVET sugiere que era una «pistola» de alta energía que se utilizaba para tallar y grabar las piedras e indica que estas antorchas termorreactoras se utilizaron en nuestros tiempos para esculpir el gigantesco monumento de la Montaña de Piedra de Georgia.

La importancia del descubrimiento de Levet puede ir más allá de esta teoría. No hace falta buscar herramientas de alta tecnología para explicar las tallas de piedra, dado que por toda América Central se han encontrado tallas y estelas de piedra, creaciones de los artistas nativos. Por otra parte, la herramienta representada puede explicar otro enigmático aspecto de Tollan.

Los arqueólogos, después de examinar las profundidades de la pirámide, tras haber quitado el suelo de la rampa descubrieron que la pirámide externa y visible estaba construida sobre otra pirámide oculta más antigua, cuyos escalonados niveles se encontraban a alrededor de 2.5 metros de distancia de cada lado y las ruinas de unos muros verticales que sugerían la existencia de cámaras interiores y pasadizos dentro de la pirámide más antigua no indagando sobre estas pistas. Encontraron un detalle extraordinario cual fue una larga tubería de piedra hecha de secciones tubulares que encajaban precisas a la perfección con un diámetro interior de 45 centímetros, instalada en el interior de la pirámide en el mismo ángulo de la pendiente original y discurría a través de toda su altura. ACOSTA y su equipo supusieron que la tubería habría servido para drenar el agua lluvia; pero esto se podría haber hecho sin una instalación interna tan complicada y con sencillas tuberías de arcilla. La posición y la pendiente del extraño si no único artilugio tubular era obviamente parte del plano original de la pirámide integrado al objetivo de la estructura.

Las ruinas de los edificios adyacentes con muchas cámaras y plantas, sugieren algún proceso industrial y dado que en la antigüedad el agua del río Tula se canalizó para que discurriera por estos edificios, aumenta las posibilidades de que este lugar al igual que Teotihuacán, hubiera tenido algún tipo de proceso de purificación o refinado en un período primitivo.

La enigmática herramienta era un artilugio para romper piedras en busca de mineral, en lugar de un aparato para tallar la piedra, una sofisticada herramienta de minería para buscar oro.

Que estuvieran en posesion de herramientas de alta tecnología hace mas de mil años en el centro de México, plantea la cuestion de quienes eran, que a juzgar por sus rasgos faciales no eran hombres mortales de America Central y probablemente eran «dioses», si el tamaño de las estatuas es un indicio de veneración, pues junto a estas figuras gigantes se erigieron columnas cuadradas en las cuales aparecían a tamaño natural, imágenes de los gobernantes toltecas.

Que en algún momento de la época prehispánica, las colosales imágenes fueran desmontadas, bajadas cuidadosamente a las entrañas de la pirámide y enterradas allí, supone cierto grado de santidad que confirmó SAHAGÚN: Cuando los toltecas abandonaron Tollan, «enterraron muchas cosas», algunas de las cuales en la época de Sahagún, «se sacaron de debajo de tierra y no sin admiración por su belleza y artesanía».

Los arqueólogos creen que los cuatro Atlantes se erigieron en la cima de la Pirámide de Quetzalcóat, dando soporte al techo del templo que había allí, como si estuvieran sosteniendo un dosel celestial, el mismo papel que jugaban según El Libro de los Muertos egipcio de las creencias egipcias, los cuatro hijos de Horus que sostenían el cielo en los cuatro puntos cardinales, conectaban Cielo y Tierra y acompañaban al faraón fallecido hasta una escalera sagrada desde donde ascendería al cielo para la otra vida eterna. Esta «escalera al cielo» se representó jeroglíficamente como una escalera sencilla o doble, representando la última una pirámide escalonada. Es sólo otra coincidencia que el símbolo de la escalera decorara las paredes alrededor de la pirámide de Tollan y se convirtiera en el principal símbolo iconográfico azteca.

En el centro de todo este simbolismo y creencias religiosas de los pueblos nahuatlacas estaba su dios-héroe dador de todos sus conocimientos, Quetzalcóatl «la Serpiente Emplumada».

¿Qué era una serpiente «emplumada», si no fuera una serpiente que, a semejanza de un pájaro, tuviera alas y pudiera volar?

Y si esto es así, la idea de Quetzalcóatl como «Serpiente Emplumada» no sería otra que la idea egipcia de la Serpiente Alada que facilitaba la transfiguración del faraón fallecido para el reino de los dioses imperecederos.

Además de Quetzalcóatl, el panteón náhuatl estaba lleno de deidades asociadas a las serpientes. Cihuacóatl era la «Serpiente Hembra». Coatlicue era «la de la falda de serpientes». Chicomecóatl era «Siete Serpiente». Ehecacoamixtli era «Nube de serpientes del viento», etc. Al gran dios Tláloc se le representó frecuentemente con la máscara de una serpiente doble.

Y así, inaceptable como sólo esto podría ser para los expertos pragmáticos, la mitología, arqueología y el simbolismo llevan a la inevitable conclusión: El centro de México si no toda América Central, fue el reino de los dioses Serpiente, los dioses del antiguo Egipto.