CUANDO LOS DIOSES DEJARON LA TIERRA.


La partida de los dioses Anunnaki de la Tierra fue un drama repleto de teofanías, fenómenos, incertidumbres divinas y dilemas humanos. Increíblemente, no es algo conjeturado ni especulativo; está documentado con amplitud ya que La evidencia llega tanto del Cercano Oriente como de las Américas; y algunos de los más directos y más dramáticos documentos de la partida de los antiguos dioses de la Tierra nos llegan desde HARRAM. Son documentos atestiguados, entre ellos por el Profeta Ezequiel. Están incluidos en la Biblia y fueron inscritos en columnas de piedra, textos que tratan con sucesos milagrosos que conducen a la ascensión al trono del último rey de Babilonia.

Después de la desaparición de Sumer por el Viento Maldito nuclear, Nannar y su esposa, NINGAL, hicieron de HARRAM su hogar y cuartel general. Aunque Nannar (“ZU ‘en,” o Sin abreviado en acadio) no era el heredero primogénito legal porque ese rango perteneció a Ninurta, si era el primogénito de Enlil y su esposa NINLIL, un primogénito terrestre. Dioses y hombres adoraron enormemente a Nannar/Sin y su esposa; los himnos en su honor en los tiempos gloriosos de Sumer y las lamentaciones acerca de la desolación de Sumer en general y de Ur en particular, revelan el gran amor y admiración de la gente por esta pareja divina. Que muchos siglos después ESARHADDON fuera a consultar con un añoso Sin (apoyado en un staff) en relación a la invasión de Egipto y que la familia real asiria arrancase hasta HARRAM, sirve para indicar el continuo e importante rol jugado por Nannar/Sin y HARRAM hasta el final.

Las extraordinarias idas y venidas celestiales descritas por ADDA-GUPPI y NABUNA’ID tuvieron lugar mientras estaban en HARRAM un punto significativo porque otro testigo estaba presente en esa área al mismo tiempo; era el Profeta Ezequiel y él también tuvo mucho que decir al respecto.

Como se recuerda, Jerusalén estaba pasando por un sitio de hambruna, una humillante derrota, un licencioso saqueo, una ocupación babilónica, y el exilio del rey y toda la nobleza. Al llegar ahí, Ezequiel vio una escena de quiebre total de la ley y la observancia religiosa. Al preguntar que estaba sucediendo, escuchó a los remanentes reunidos en luto quejándose (8: 12; 9: 9): Yahveh no nos observa más, ¡Yahveh ha abandonado la Tierra! Esta fue se sugiere, la razón por la cual Nabucodonosor se atrevió a atacar Jerusalén de nuevo y destruir el templo de Yahveh.

Esta era una protesta virtualmente idéntica a la que ADDA-GUPPI había reportado desde HARRAM: ‘Sin, el señor de los dioses, se enojó con su ciudad y su gente, y subió al cielo; y la ciudad y su gente se arruinaron.’ No se puede tener certeza de cómo o por qué los sucesos ocurrentes en el norte de Mesopotamia despertaron la noción en el distante Judá que también Yahveh, había abandonado la Tierra, pero es evidente que la palabra QUE Dios y los OTROS dioses partieron, se había esparcido lejos y con amplitud.

La tablilla VAT 7847 mencionada en conexión con el eclipse solar, señala lo siguiente en una sección profética en relación a calamidades que duraron 200 años: Crepitantes los dioses, volando, de las tierras se irán, de los pueblos serán separados. La gente dejará que las moradas de los dioses se arruinen. La compasión y la bondad cesarán. Enlil, en furia, se irá.

Como algunos otros documentos del género ‘Profecías Acadianas’, los académicos también consideran este texto una ‘profecía post-suceso’ un texto que usa hechos que han ocurrido como base para predecir otros futuros eventos. Sea como sea, este documento expande de forma considerable el éxodo divino: Los enojados dioses, liderados por Enlil, volaron lejos de sus tierras, no fue sólo Sin quién estaba molesto y se fue.

Hay además otro documento clasificado por los académicos como perteneciente a las ‘fuentes proféticas Neo-asirias,’ que aunque sus primeras palabras sugieren autoría de un babilonio devoto de Marduk, dice que: Marduk, el Enlil de los dioses, se enojó. Su mente se puso furiosa. Diseñó un plan malvado para dispersar la tierra y sus pueblos. Su enojado corazón estaba torcido en arrasar la tierra y su gente. Una dolorosa maldición se formó en su boca. Portentos malvados indicando la rotura de la armonía celestial comenzaron a aparecer en abundancia en el cielo y la Tierra. Los planetas en los senderos de Enlil, Anu y Ea erraron sus posiciones y repetidamente revelaron augurios anómalos. ARAHTU, el río de la abundancia, se convirtió en un torrente embravecido. Una feroz oleada de agua, una avalancha violenta como el Diluvio arrasó la ciudad, sus casas y santuarios, tornándolos en ruinas. Los dioses y diosas tuvieron miedo, abandonaron sus santuarios, volaron lejos como pájaros y subieron al cielo. Lo que es común a todos estos textos son las afirmaciones que: Los dioses se enojaron con la gente, los dioses ‘volaron lejos como pájaros,’ y ellos ascendieron al ‘cielo.’ La partida fue acompañada por inusuales fenómenos celestes y algunos disturbios terrestres.

Hay aspectos del Día del Señor como lo profetizado por los Profetas bíblicos: La Partida estuvo relacionada al Retorno de Nibiru, los dioses dejaron la Tierra cuando vino Nibiru.

En Babilonia, Nabucodonosor II tal como informa en sus inscripciones recibió la orden del dios Marduk para que marchara con su ejército hacia el oeste. La expedición se hizo posible gracias a que «otro dios» que tenía la soberanía original de la región ya «no deseaba el país de los cedros» y un enemigo extranjero lo dominaba y esquilmaba. En Jerusalén, los mandatos del Señor Yahveh a través de su profeta Jeremías estaban de lado de Babilonia, pues el Señor Yahveh que llamaba a Nabucodonosor «mi siervo» había decidido hacer del rey babilónico el instrumento de Su ira contra los dioses de Egipto: Así dice Yahveh, Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: «He aquí que yo mando en busca de Nabucodonosor, mi siervo… Y él herirá la tierra de Egipto, y dará muerte a quien sea para la muerte, y cautiverio a quien sea para el cautiverio, y espada a quien sea para la espada. Y prenderé fuego en la casa de los dioses de Egipto, y él los incendiará… Y romperá los obeliscos de Heliópolis, la que está en la tierra de Egipto; y Las casas de los dioses de Egipto abrasará con fuego». En el transcurso de esta campaña, el Señor Yahveh anunció también que Jerusalén sería castigada por culpa de los pecados de su pueblo, por haberse dedicado al culto de la «Reina del Cielo» y de los dioses de Egipto: «Mi ira y mi furia se derramarán sobre este lugar… y arderá y no se apagará… Sobre la ciudad en la que mi nombre se ha pronunciado vendrá la perdición». Así fue que en el año 586 a.C., «NABUZARADÁN, capitán de la guardia del rey de Babilonia, entró en Jerusalén; e incendió la Casa de Yahveh, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén… y el ejército de los caldeos echó abajo las murallas que rodeaban Jerusalén».

Sin embargo, Yahveh prometió que esta desolación se prolongaría sólo setenta años. El rey que tuvo que cumplir esta promesa y permitir la reconstrucción del Templo de Jerusalén fue Ciro. Se cree que sus antepasados que hablaban una lengua indoeuropea, habían emigrado hacia el sur desde la región del Mar Caspio hasta la provincia de ANZÁN, en la costa oriental del Golfo Pérsico. Allí, HAKHAM-ANISH «Hombre Sabio», líder de los emigrantes, inició la dinastía de los AQUEMÉNIDAS; sus descendientes Ciro, Darío y JERJES hicieron historia como soberanos de lo que fue el imperio persa.

Cuando Ciro ascendió al trono de ANZÁN en el 549 a.C., su país era una distante provincia de Elam y Media. En Babilonia, por entonces centro del poder, el trono estaba ocupado por NABUNAID, rey en circunstancias poco normales: no por la habitual elección del dios Marduk, sino como resultado de un peculiar pacto entre la Suma Sacerdotisa madre de NABUNAID y el dios SIN.

En una tablilla parcialmente dañada se recoge la acusación de la que acabaría siendo objeto NABUNAID: «Puso una estatua herética sobre una base… pronunció su nombre ‘el dios Sin’… En el momento oportuno de la Festividad de Año Nuevo, aconsejó que no hubiera celebraciones… Confundió los ritos y trastocó las ordenanzas». Mientras Ciro estaba ocupado peleando contra los griegos de Asia Menor, Marduk, que quería recuperar su posición como dios nacional de Babilonia, «buscó y rebuscó por muchos países, intentando encontrar a un soberano justo y dispuesto a ser dirigido. Y pronunció el nombre de Ciro, Rey de ANZÁN, y dijo su nombre para que fuera el soberano de todas las tierras». Después de que las primeras acciones de Ciro demostraran ser acordes con los deseos del dios, Marduk «le ordenó que marchara contra su propia ciudad Babilonia. Hizo que saliera al camino de Babilonia, yendo a su lado como un amigo de verdad». Así, literalmente acompañado por el dios, Ciro pudo tomar Babilonia sin derramamiento de sangre. En el día correspondiente al 20 de marzo del 538 a.C., Ciro «sostuvo las manos de Bel el Señor Marduk» en el recinto sagrado de Babilonia. El día de Año Nuevo, su hijo, Cambices, ofició la restaurada festividad en honor a Marduk.

Ciro dejó a sus sucesores un imperio que abarcaba todos los primitivos imperios y reinos de la región: Sumer, ACAD, Babilonia y Asiría en Mesopotamia; Elam y Media en el este; las tierras del norte; las tierras hititas y griegas en Asia Menor; Fenicia, Canaán y Filistea; todos se encontraban ahora bajo la soberanía de un rey y de un dios supremo, AHURA-MAZDA, Dios de la Verdad y la Luz, representado en la antigua Persia como un dios barbado que cruzaba los cielos dentro de un Disco Alado, muy parecido al modo en que los asirios habían representado a su dios supremo ASSUR.

Cuando murió Ciro, en el 529 a.C., la única tierra que seguía siendo independiente con sus dioses independientes era Egipto. Cuatro años después, su hijo y sucesor, Cambices, llevó a sus tropas a lo largo de la costa mediterránea de la península del Sinaí y derrotó a los egipcios en PELUSIUM; pocos meses después entró en Menfis, la capital real de Egipto y se proclamó faraón. A pesar de su victoria, Cambices se cuidó de emplear en las inscripciones egipcias la habitual fórmula de apertura: «el gran dios, AHURA-MAZDA, me eligió», reconociendo así que Egipto no entraba dentro de los dominios de su dios y como deferencia a los dioses independientes de Egipto, Cambices se postró ante sus estatuas, aceptando su dominio. A cambio, los sacerdotes egipcios legitimaron su soberanía sobre Egipto, concediéndole el título de «Descendiente de Ra». El mundo antiguo se hallaba ahora unido bajo un único rey, elegido por el «gran dios de la verdad y la luz» y aceptado por los dioses de Egipto. Ni dioses ni hombres tendrían ahora motivos para guerrear entre sí. ¡Paz en la Tierra!

Pero la paz fracasó al final. Al otro lado del Mediterráneo, los griegos iban creciendo en riquezas, poder y ambición, y cada vez se daban más conflictos, tanto locales como internacionales, en Asia Menor, el Mar Egeo y el Mediterráneo oriental. En el 490 a.C., Darío I intentó invadir Grecia y fue derrotado en Maratón; nueve años después, JERJES I fue derrotado en Salamina y Siglo y medio más tarde, Alejandro de Macedonia cruzaba desde Europa para lanzar una campaña de conquista que vería correr la sangre de hombres de todas las tierras de la antigüedad hasta la India.

¿Acaso llevaba a cabo un «mandato digno de crédito» de los dioses? Nada de eso. Creyendo una leyenda según la cual su padre había sido un dios egipcio, Alejandro conquistó Egipto para escuchar el oráculo del dios que le confirmara sus orígenes semi divinos. Pero el oráculo también le predijo su temprana muerte, y los viajes y conquistas de Alejandro vinieron motivados, a partir de este momento, por su búsqueda de las Aguas de la Vida, de las cuales anhelaba beber para eludir su destino. A pesar de tanta carnicería, murió joven y en la flor de la vida. Y, desde entonceslas Guerras de los Hombres han sido sólo las guerras de los hombres.

 

RAZONES DEL ENOJO DE LOS DIOSES. El texto VAT 7847 incluye una intrigante referencia a un período calamitoso de dos siglos que no aclara si era una predicción de lo que sigue a la partida de los dioses, o si fue durante tal momento que creció su enojo y decepción para con la Humanidad, conducente a la Partida. Parece que lo último es el caso, porque probablemente no es coincidencia que la era de la profecía bíblica en relación al pecado de las naciones y el juicio que viene el Día del Señor haya comenzado con Amós y Oseas alrededor de 760/750 a.C. ¡dos siglos antes del Retorno de Nibiru!

Durante dos siglos los Profetas, desde el único legitimado sitio del ‘Puente Cielo-Tierra’ Jerusalén, clamaron por justicia, honestidad entre la gente y paz entre las naciones, no desdén por ofrendas sin sentido y el culto a ídolos sin vida; denunciaron conquistas licenciosas, destrucción sin piedad y advirtieron a una nación tras otra Israel incluida, de los inevitables castigos, pero en vano.

Si este fue el caso, entonces lo que tuvo lugar fue un gradual acrecentamiento del enojo divino, la decepción y la conclusión Anunnaki de ‘suficiente es suficiente’, es tiempo de irse. Todo trae a la mente la decisión de los dioses, liderados por el decepcionado Enlil, de guardar el secreto contra la Humanidad, el del venidero Diluvio y la subida de los dioses mismos en sus naves aéreas; ahora, mientras Nibiru estaba de nuevo acercándose, fueron los dioses Enlilitas quienes prepararon la Partida.